Submarinos, trenes y ceses

Recuerdan el episodio del submarino S-80?. Se hundía por el peso, decidieron aumentar su eslora de 71 a 80 metros y después no cabía en los muelles de la base naval de Cartagena. La broma costó años de retraso en la renovación de la flota de la Armada y 2.000 millones. Una minucia. 
 

La chapuza le toca ahora a los trenes de Cantabria y Asturias tras un fallo en el diseño   que “engordó” los vagones y no cabían por los túneles. Es el error de cálculo más   ridículo y sonado de la historia ferroviaria española que daría un excelente guion para una película de Berlanga.  La ministra de Transportes, tan diligente insultando a la oposición, descuidó sus funciones en el ministerio, pero anunció “ceses inminentes” por el despropósito. Cumplió su palabra y cesó a dos técnicos ya amortizados de Adif y Renfe, que no son los “peces gordos” que reclamaba el presidente cántabro, pero sirven como chivos expiatorios que cargan con la responsabilidad y tapan el escándalo.
 

Solo falta la dimisión o el cese político. Seguro que un proyecto como este pasa por muchas manos, pero la última responsable es la ministra que, como todo dirigente, tiene entre sus funciones planificar y fijar objetivos, organizar los medios y dirigir a su equipo de trabajo para alcanzarlos, controlando periódicamente el desarrollo de los mismos. Es de primero de Dirección de Empresas que la responsabilidad nunca se   delega.
 

Este descontrol conllevaría la dimisión del más alto cargo responsable o su cese fulminante en cualquier país de nuestro entorno. Pero en esta España singular, nadie asume responsabilidades políticas aunque la consecuencia sea que los 31 trenes tendrán que ser rediseñados y tardarán años en entrar en servicio con la importante pérdida de recursos públicos.    
“Me gustaría ser extranjero para reírme”, decía un personaje de Mingote. Cántabros, asturianos y demás españoles no merecemos pasar por este ridículo que constata que la chapuza nacional llega al ámbito de la gestión política por negligencia e irresponsabilidad de los dirigentes públicos. 
 

Una nota a pie de página. El esperpento de los trenes “en vía muerta” deja, al menos, dos simulacros de ceses. En cambio, los delincuentes saliendo de las cárceles o beneficiados por la reducción de las penas por la ley “solo sí es sí”, para indignación de las mujeres agredidas y bochorno ciudadano, no produjo dimisiones, ni ceses. 
 

La ministra de Justicia, obligada a asumir la chapuza de una ley sin tener parte en su gestación, acabará pagando los “efectos no deseados”. Mientras, su colega de Igualdad, descarta dimitir, se opone radicalmente a la reforme de “su ley” y tampoco es cesada. Un caso digno de estudio en las facultades de Derecho y Políticas.

Submarinos, trenes y ceses

Te puede interesar