Singularidad y “secundidad”

Leo sobre las mujeres yihadistas repatriadas de los campos de refugiados de Siria y no puedo sino preguntarme ¿qué mueve al ser humano al inmovilismo?, ¿por qué esa fascinación por el ser inmóvil de lo servil, de lo humillante...? Certezas, me respondo, solo eso lo justifica, y entre ellas buscar reafirmar algo en nuestro ser tan íntimo y profundo como es la singularidad. Porque solo ese noble esfuerzo merece dar ese mal paso a la hora de elegir un destino que no guarda ni soporta incertidumbre; es el que es y no cabe en él engaño, nada nos exige que no sea esclavitud. Sé que dirán, el amor, el sobresalir..., y puede ser, pero ¿qué es el amor y el deseo de contar, sino expresiones de la singularidad?
 

La cuestión, llegados a este punto, es, ¿puede permitirse el ser humano elegir voluntariamente tal deshumanización por mor de un impulso que nos debería mover a todo lo contrario, a ser sin detenernos, y sin dejar de alentar en él y a él debernos, porque él es, más que nada en el mundo, nosotros mismos? Y, aún más, ¿debemos perdonarles a estas personas su conducta en favor del más solemne y horrible de los movimientos inmovilistas que laten en el corazón de este siglo, como es el de la dogmatización de la vida al extremo de un dios que habita en los arrabales de las peores y más terribles conciencias, las de los hombres esclavizando a los hombres?
 

Yo no lo voy a entender ni justificar, porque mi singularidad así me lo exige.

Singularidad y “secundidad”

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