Sánchez: Zelenski sí, Rubiales no

Sánchez viajará a Kiev, para encontrarse con Zelenski. Me parece perfecto y, desde luego, para nada comparto la opinión de quienes critican este viaje como ‘un acto meramente para potenciar la imagen’ del inquilino de La Moncloa. Potenciar la propia imagen y de paso, si es posible, la del país, está entre las facultades y hasta los deberes de un líder político: debo decir que ya iba echando de menos un anuncio presidencial en el sentido de involucrarse aún más en la causa ucraniana, máxime cuando dentro de dos meses Madrid albergará la que puede ser más importante ‘cumbre’ de la Alianza Atlántica en toda su historia. Lo que ocurre es que me parece que el presidente tiene que aquilatar y ampliar algo más su calendario de actividades e incluir en él algunas explicaciones a la ciudadanía.

Ignoro si el viaje a Ucrania es el que determina la ausencia del presidente español en la final de la Copa del Rey o si esta ausencia tiene que ver con el bochorno de las ‘conversaciones de negocios’ entre Rubiales y Piqué, que tanto rechazo ético producen aunque no estén incursas en causa penal. Porque bien podría ser que Sánchez actúe como Feijóo con Abascal en la toma de posesión de Mañueco: hay fotografías que no convienen, y aparecer junto a Rubiales, justo cuando ha estallado el escándalo del espionaje a líderes independentistas -es decir, más escuchas ilegales, que en este país proliferan como las setas--, puede resultarle contraproducente al jefe del Gobierno español.

Sánchez lo que procura son fotos junto a Ursula von der Leyen, Macron y, próximamente, como anfitrión de Biden en la capital española. Lástima que su ausencia deje al Rey, en la final del campeonato que lleva su nombre y que esta vez enfrentará al Betis con el Valencia, en excesiva proximidad en el palco de La Cartuja junto a Rubiales, acerca de cuya dimisión llegó vanamente a especularse en las últimas horas en las que la verdad es que dio, por fin, la cara para explicar el ‘affaire’ de la Supercopa.

Existen otras imágenes en las que me gustaría ver a Sánchez, y creo que será más difícil esa posibilidad que verle abrazándose con Santiago Abascal y Pablo Iglesias juntos: por ejemplo, compareciendo él, y no solo la ministra de Defensa, en el Congreso de los Diputados para explicar demoradamente lo del presunto espionaje a los ‘indepes’ catalanes: ¿estaba ese espionaje debidamente autorizado, que parece que no?¿quién contrató ese ‘servicio’ a Pegasus?¿Habrá un encuentro con Pere Aragonés, que va siendo una imagen ya necesaria? Porque el escándalo suscitado por esas ‘escuchas-trampa’, que la Generalitat quiere atribuir al CNI, resulta letal para la buena marcha de unas relaciones entre el Gobierno central y el Govern, que empezaban, siempre de manera relativa, claro, a normalizarse hasta un cierto punto.

Creo que uno de los requisitos para afirmar que una democracia goza de buena salud es acudir prontamente a explicar de manera plena aquellos incidentes, errores o irregularidades que provoquen el escándalo de la ciudadanía. Y me temo que los ciudadanos españoles andan un poco escamados con tanta escucha ilegal, tantas grabaciones de conversaciones escandalosas, tantas filtraciones de negocios que pretenden inculpar a políticos cuya presunción de inocencia es tan merecida como la de cualquier otro. Tantas, en suma, maniobras orquestales en la oscuridad que ensucian el concepto de nuestra política.

Vaya el presidente en buena hora al tristísimo frente ucraniano y auséntese del palco sevillano aunque deje a Felipe VI en no muy buenas compañías. Pero complemente su álbum de fotos con al menos alguna instantánea que muestre su sintonía con la gente, con esa buena gente que puebla las calles casi nunca pisadas por Sánchez. Ni, por cierto, tampoco por la mayoría de los otros.

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