Esta semana vamos a tener Pedro Sánchez, creo, hasta en la sopa. Y es que el presidente ni siquiera ha comenzado a sacar rédito de su indudable éxito del viernes en Europa, logrando que España sea quien fije sus propios topes en el precio de la energía. Me dicen que el ‘primer ministro’ español se ha convertido en un héroe para los medios portugueses y en una especie de villano para cierta prensa alemana, por ejemplo, que alza las cejas ante la ‘excesiva presión’ ejercida en el Consejo Europeo por el representante español. Claro que a Sánchez le interesa más lo que digamos de su ‘aventura europea’ aquí en casa que en Hamburgo, por ejemplo.
Este lunes, Sánchez comparece en un foro empresarial de Europa Press, el martes tiene un Consejo de Ministros que La Moncloa nos presenta como clave en la enumeración de medidas beneficiosas para nuestros bolsillos, el miércoles comparecencia, me parece que bastante triunfal, en el Congreso... Nos va a hablar de su triunfo, que era más improbable que un Oscar para Bardem, olvidando otros fracasos domésticos. Y, al final, y no crea usted que unas cosas no tienen que ver con las otras, Alberto Núñez Feijóo. Menuda semanita.
Desconozco, claro, las medidas concretas que el Gobierno --quizá el propio Sánchez, se especula, aunque pienso que se reservará para la sesión parlamentaria del miércoles-- anunciará en cuanto a limitar el precio de la energía y otras medidas para aliviar la economía de los ciudadanos más angustiados por la carestía general de sus, nuestras, vidas. Lo que sí le puedo decir a usted es que el Ejecutivo cree que esta batería de medidas, que no serán de inmediata aplicación, sino que podrían tardar tres semanas en llegar, desactivarán algunas protestas. Como las de los camioneros, que, insisten en voz baja en sectores gubernamentales, tienen ‘mucho de políticas’, en vaga referencia a la conexión de alguno de los líderes de la huelga con el sindicato de Vox.
En cualquier caso, esta debe ser la semana triunfal de Sánchez, cuando hace apenas cinco días se esperaba absolutamente lo contrario: un revés a las pretensiones españolas y portuguesas en la ‘cumbre’ de la UE y un regreso con las orejas gachas a casa para enfrentarse a la ira de los chalecos reflectantes de los transportistas. Y no seré yo quien, como han hecho algunos portavoces de la oposición, se entristezca ante los éxitos de quien me representa en los foros internacionales y que, reconozcámoslo, se batió el cobre en Bruselas. Lo que sí digo es que ahora Sánchez tiene que actuar en modo estadista interno, porque se acabaron los vuelos europeos y comienzan los domésticos... incluyendo uno a Rabat, que tiene mucho de doméstico por sus connotaciones en la política interior española.
Y sí, al final, Feijóo. El aún presidente de la Xunta gallega será entronizado, más que elegido, presidente nacional del Partido Popular en Sevilla este sábado. Y se inaugurará, ya lo verán, una nueva etapa en las relaciones entre el Gobierno y el principal partido de la oposición. Y eso también tiene que ver con el precio de la luz, con los impuestos, con España como isla energética y hasta con el Sahara, tema que Sánchez ‘olvidó’ consensuar no solo con la oposición, sino incluso con el sector minoritario del propio Gobierno, como se quejaba Yolanda Díaz en una reciente entrevista. Creo que con un acuerdo de cooperación en temas fundamentales, todos saldríamos ganando ¿o no? Pues eso: que, al final de la semana, mucha atención a su discurso del sábado, Feijóo.