El Partido Popular tiene este fin de semana una ‘cumbre’ en Valencia que significa, de hecho, el inicio ‘global’ de la campaña electoral desde la oposición. Núñez Feijoo puede encarar con cierto optimismo la carrera hacia las urnas, al menos de acuerdo con las encuestas; tengo en mi poder una, de Metroscopia, con cinco mil muestras, que señala que los ‘populares’ ganarían algún escaño, en unas elecciones generales, en casi todas las circunscripciones, mientras que al PSOE le ocurriría lo contrario. Las encuestas en estos momentos, en fin, para lo que valgan... Queda mucho partido por jugar en muchos campos diferentes, a la derecha y a la izquierda. Pero hay otros hechos que infunden una ‘cauta euforia’ a mis fuentes en la calle Génova.
En primer lugar, las perspectivas ante las elecciones autonómicas y municipales de mayo son ‘bastante alentadoras’, existiendo la posibilidad de que el PP arrebate algún feudo a los socialistas, incluyendo entre esas hipótesis Valencia, que sería la joya de la corona a conquistar (la elección del lugar para celebrar esta ‘cumbre’ no es casual, obviamente; como tampoco lo son las muchas noticias que estos días aparecen sobre presunta corrupción en los aledaños de la Generalitat valenciana. Es la guerra).
En segundo lugar, en el PP se frotan las manos por las últimas ‘trapisondas’ de Vox, que es el enemigo interno a debilitar, de la misma manera que Podemos lo es para el PSOE. La noticia de que Santiago Abascal ha propuesto al ex comunista nonagenario Ramón Tamames como candidato alternativo a la presidencia del Gobierno en la moción de censura que el partido de la derecha-de-la-derecha quiere presentar contra Pedro Sánchez ha encantado en la sede ‘popular’ de la calle Génova. “Los espectáculos circenses, oportunistas y surrealistas gustan poco al electorado”, me comentó una fuente bien situada en la dirección del PP.
En tercer lugar, el desgaste de Pedro Sánchez, “un rival formidable”, reconocen en el PP, está siendo palpable, aunque nadie quiere vender la piel del oso antes de cazarlo, y cazarlo es muy difícil. Pero el inquilino de La Moncloa se está rodeando de un aura prepotente y cesarista que gusta poco, dicen los sondeos, a la ciudadanía. Cierto que Feijoo sonríe poco y no siempre insufla el brío suficiente a sus proclamas, y tampoco domina demasiado bien la materia económica que Sánchez ya se sabe al dedillo, faltaría más; pero el candidato representa el lado inverso de la personalidad de Sánchez. Da apariencia de seriedad fiable y, sobre todo, atención, de que no le gusta gobernar desde la cuerda floja, las ocurrencias y el gusto por el riesgo.
Creo que por ahí van a ir los mensajes del PP en los meses cruciales que les, nos, quedan a todos en este país que marcha, dicen algunos en la sede de Génova, hacia una revolución tranquila, no hacia el sobresalto de cada lunes y cada martes. El ‘efecto Feijoo’ necesita unas vitaminas, y puede que en Valencia comiencen a dárselas. Ahora sí que la batalla comienza de veras.