En una época enfermiza, recargada por una crisis sobre otra crisis, necesitamos marcar prioridades para detener los tormentos. Quizás laprimera protección deba ser, la de preservarnos del aislamiento social. Esto nos exige, de manera innata, el volvernos próximos con el prójimo. En definitiva, ser más colaboradores y cooperantes entre sí, disponibles y solidarios.
Téngase en cuenta que nadie vive por sí mismo. Sea como fuere, estamos carentes de abrazos, de recibir una sonrisa o un acompañamiento en el dolor, lo que nos demanda reagruparnos en nuestras miradas, para sentir el fuego de las entretelas en las pupilas del alma.
Las emergencias continuas, unidas a las riadas de refugiados que huyen de guerras o de cambios climáticos, recuerdan lo sustancial que es hallar a alguien que te tienda la mano y te done su tiempo.