Penas por presupuestos

La sustitución del delito de sedición por otro de desórdenes públicos obedece a la necesidad política de aprobar los presupuestos del Gobierno. Todas las demás explicaciones, de ministros y diputados socialistas, defendiendo la equiparación con Europa de las penas, son frases de argumentario. Pero, es verdad, según ilustres juristas, que la figura de la sedición, introducida en la reforma del Código Penal de 1995, se ha quedado obsoleta. Y que el Partido Popular, con el melodramatismo que ha utilizado para describir un Estado inerme frente a la secesión, hace también electoralismo. Ni lo que ocurrió con el ‘procés’ fueron simples desórdenes públicos, ni el Estado se queda sin armas para condenar un nuevo intento de conculcar el orden constitucional. El delito de rebelión sigue vigente en el ordenamiento jurídico y su aplicación fue la primera solicitada en el juicio contra los dirigentes independentistas catalanes. La jugada política de Pedro Sánchez, que le ha permitido permanecer en Moncloa está legislatura, consiste en ceder ante determinadas exigencias de ERC a cambio de su apoyo parlamentario, primando a esta formación frente a la de Puigdemont hasta hacer saltar por los aires el ejecutivo de coalición de la Generalitat. La estrategia consistía en ir descafeinando las aspiraciones del independentismo y rebajar la tensión en la sociedad catalana. Y es cierto que el apoyo a la secesión ha bajado muchos puntos, según las encuestas. Pero sigue ahí. Y los dirigentes como Pere Aragonès ni olvidan, ni renuncian.

De hecho, su primera intervención para comentar el cambio legislativo ha sido reclamar la amnistía y un nuevo referéndum. Dado que ambas cosas son imposibles, pretenden ahora, con la reducción de penas, que sus líderes, sobre todo Junqueras, el “héroe” que no huyó tras la declaración de independencia, puedan volver a la política activa. Que 

Junts y Puigdemont pasen a la historia. Y si el expresident quiere volver de Waterloo, tendrá que pasar por la carcel. Lo que quizá Pedro Sánchez no haya medido bien (ya lo dejó caer el portavoz parlamentario Patxi López) es el coste electoral de esta cesión al independentismo catalán, que sigue siendo el “enemigo” para un gran sector de la sociedad, incluida la izquierda. También convendría no olvidar la capacidad de convicción del “recuperado” Oriol Junqueras para decir una cosa y la contraria sin inmutarse. Y cómo “engañó “ a la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, quien hizo creer que su propósito de ruptura con España era más un sentimiento que un propósito de acción. Tampoco se puede negar que sus acólitos en ERC no hayan repetido hasta la saciedad que “lo volverán a hacer”, así como su exigencia de un referéndum. Esto no ha terminado.

Penas por presupuestos

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