No es la amnistía, es el poder

Pedro Sánchez, que ha negado varias veces que pudiera haber una amnistía; que, en repetidas ocasiones, negó que fuera a pactar nunca nada con Bildu; que no llevaba la amnistía en su programa electoral; que no había mencionado esa palabra durante las últimas semanas mientras negociaba con los independentistas cómo iba a ser la amnistía, ha dicho, por fin, una verdad: “Esta medida es una condición para que pueda haber un Gobierno de progreso y para evitar un Gobierno de la derecha y la ultraderecha”. Lo ha dicho ante el Comité Federal de su partido, donde sólo ha habido dos voces discrepantes --García Page y Odón Elorza-- de treinta y una intervenciones y donde alguno de esos dirigentes socialistas ha amenazado a su compañero crítico avisándole de que, tal vez sea él el que “necesite una amnistía para que el partido le perdone todo lo que está diciendo”.


Sánchez ha confirmado lo que vienen reiterando Puigdemont y Pere Aragonés: “La amnistía no es un fin en sí mismo ni el final del camino”. Si hay que ceder más, lo hará. Todo por el poder. También ha anunciado que someterá la medida, sin informar de su contenido exacto, al voto de los militantes de su partido. No le preocupa el resultado. Ya lo hizo Puigdemont con sus bases y aunque las votaciones fueron abiertamente contrarias al pacto con Sánchez, ese pacto se hará. En resumen, habrá amnistía, habrá Gobierno “de progreso” --sostener eso con la compañía de Junts, del PNV y de Bildu es un sarcasmo-- y todo ello si los independentistas no le aprietan un poco más por donde más le duele y exigen el referéndum. Lo vienen haciendo con un éxito evidente.


“El hombre que se miente a sí mismo y esconde sus propias mentiras, escribió Dostoievski, llega un momento en el que no es capaz de distinguir entre la verdad y la mentira y, por tanto, pierde todo respeto por sí mismo y por los demás”. 
En esas estamos. Y, por supuesto, todo lo que se haga será “respetando al máximo la Constitución”. (Y, si hay dudas, ahí estará el Tribunal Constitucional para echar las dos manos). 


Como prueba de ello, los partidos que apoyan el pacto, e incluso varios ministros del actual Gobierno en funciones, no acudirán a la jura de la Princesa Leonor. Su lealtad a España y a la Constitución no admite dudas.


Ya saben ustedes que eso no lo hace Sánchez por seguir en el poder al precio que sea y que sus compañeros de viaje le apoyan porque están convencidos de que eso asegura la convivencia entre catalanes y españoles y que traerá grandes beneficios a los ciudadanos en Cataluña, especialmente a los que no son independentistas. Unos -Yolanda Díaz, la enterradora de Podemos, el PNV y Junts, claros representantes de la izquierda más moderna y progresista- y otros -ERC y Bildu, adalides de la convivencia entre españoles- lo hacen como sacrificio. 


Lo dijo Juan José Millás hace unos meses: “A la izquierda, en fin, le da pereza alcanzar el poder; siempre encuentra excusas para rehuirlo”. No se me había ocurrido un argumento tan irrebatible.  

No es la amnistía, es el poder

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