En política exterior nada está escrito. Bueno, en realidad nada en política está escrito de antemano, todo depende de las circunstancias.
Hace apenas un año habría sido impensable que el gobierno de Estados Unidos tuviera la más mínima relación con el gobierno de Nicolas Maduro, pero al día de hoy, el gobierno de Joe Biden ha dado un giro de ciento ochenta grados levantando el acelerador de las sanciones a Venezuela y entreabriendo una nueva etapa de relaciones con el régimen de Maduro.
Y sí, claro, los cánticos de apoyo a la oposición venezolana han quedado en eso, en cánticos. O sea, que les han dejado tirados.
Cuando los representantes de algunas potencias aseguran que ,si invaden tal o cual país es para llevar allí la democracia, o si rompen relaciones con otro país, es para que vuelva a la “senda del bien”, en realidad lo que están haciendo es defender sus intereses económicos y geoestratégicos. Así pues, el presidente Nicolas Maduro, que era uno de los representantes del denominado por la administración estadounidense “eje del mal”, ahora ha recibido las bendiciones del gobierno Biden para exportar petróleo a Europa, algo que no se le permitía porque se le habían impuesto sanciones económicas en su momento.
¿Qué ha cambiado? ¿Acaso Maduro ya no es él que era?¿Ha renunciado a perseguir, torturar y encarcelar a los miembros de la oposición? ¿Se ha convertido en demócrata de la noche a la mañana?
Las respuestas a estas preguntas son todas NO.
Lo único que ha cambiado es que a la administración Biden ahora le interesa tener algún tipo de relación con Venezuela y por tanto Maduro ha dejado de ser poco menos que el demonio.
Y no, no pretendo hacer de profeta, pero puede que dentro de algún tiempo los mismos que hoy claman con llevar a Vladimir Putin al Tribunal Penal Internacional, se olvidaran de lo dicho por aquello de la “real politik”.
Así de cínica es la política internacional. Se basa en intereses antes que en valores y si no que se lo pregunten a la sufrida oposición venezolana.