Mayormente porque coloca a muchos frente a su pasado. Para otros mucho por lo mal que salen en las fotos de aquella larga noche de piedra. Bueno es, entonces, que revisando el pasado la Iglesia Católica –aliada durante años al franquismo– se ponga ahora las pilas y reconozca sus pecados de la carne por un lado y por otro su afán de acaparar bienes materiales. Hay que puntualizar que más que la Iglesia en su conjunto la responsable fue la jerarquía capitaneada por Rouco y sus fieles, que se encargaron enseguida de apartar a los disidentes – los curas obreros eran recluidos en una cárcel en Zamora o Tarancón para quien pedían el paredón, como recordarán muchos conciudadanos que hoy lucen canas. Por cierto en 2015 Europa multó a España por aceptar la llamada “inmatricular” a la Iglesia.
Necesitaron cómplices para esas tropelías y Aznar con una ley que permitió a los curas poner a su nombre fincas y recintos públicos. Hay ejemplos de sobra aquí en Galicia para que esa etapa no se pierda en la memoria…
No hay más que escuchar: España empeora en la lista de corrupción mundial según un informe elaborado por Transparencia Internacional. Estamos en el puesto treinta y cinco de un total de ciento ochenta países analizados.
Y otra vez nos acercamos a los juzgados y, de nuevo, nos encontramos con los mismos protagonistas: el principal partido de la derecha por un lado y sus cómplices necesarios: empresarios de nombres muy sonoros y perviven alrededor de los poderes que, ay, les miman o los disculpan. Tal vez tengamos que añadir a esa lista de cómplices a quienes les dan su voto pese a las evidencias y que, a veces se esconden bajo el latiguillo de “todos son iguales”, lo que también es mentira.
Una nueva reflexión nos acerca a la señora de la espada y la balanza: si la justicia es lenta no es buena. Ahora nos enteramos que hay protestas dentro del mismo aparato judicial con el anuncio de una huelga y no hace mucho escuchábamos las quejas de los abogados de oficio por la tardanza en recibir sus emolumentos. Recordemos que el poder judicial es una de las “patas” que fijan el buen rendimiento de una democracia con el poder legislativo y ejecutivo. Algunos optimistas quieren añadir el poder de la información, apellidado “el cuarto poder”. Pero no olvidemos que el poder –para elegir a sus políticos y a sus medios– es el de los ciudadanos.