La distancia entre las orejas es la medida exacta de nuestro mundo y su contenido; primero lo mide y más tarde lo moldea según la cabal medida de los meridianos que las separan sin pasar por los polos de la razón. Distancia fragmentada que marca una longitud abismal e ignota en la que habita un ser que es causa y efecto de todo lo mundano y lo que está por ‘‘mundanear’’.
La cuestión a la hora de desentrañar ese misterioso espacio es alcanzar a entender que es esa elemental distancia la que marca nuestra vida íntima, familiar y social, tanto que se podría afirmar que es medida de ese universo en el que el hombre mueve al hombre; porque son distancias de esa misma naturaleza las que disponen aquellos elementos intelectuales y materiales de los que se nutre nuestro común imaginario social.
Para mejor entender, tomamos dos alfareros sociales, Sánchez y Abascal, los comparamos y comprobamos que solo los une esa separación. En ella, un variopinto mundo de maldades y bondades, y también lo innegable de la evidencia, si en algo son idénticos es en la mutua separación entre las orejas.
Somos el producto de una distancia corta, la que va de una oreja a la otra, se podría pensar que es sencillo medirla y definirla, sin embargo, no es así, en la medida en la que en el trecho de esa distancia el hombre se distancia, marca distancia, dista, al fin, de todo y de todos, incluso de aquellos que están en su distancia y no son sus orejas.