Llora el campo

Me duele el abandono de la España vacía. Y me duele que las gentes de segunda o tercera generación de desertores de la tierra sólo vuelvan a mi pueblo en verano, desde Madrid, Bilbao o Barcelona, para bailar “Paquito el chocolatero” en las fiestas patronales.


El campo es el pariente pobre de la economía nacional. La cenicienta del sistema productivo. Lejos del asfalto y las glorietas de las zonas urbanas ni siquiera ha aprendido a defenderse. Solo se le ocurre de vez en cuando llevar los tractores a la Castellana en la capital de España.


Lo hizo el pasado fin de semana con poco éxito de crítica y público. Ese tipo de movilizaciones, como la promovida en este caso por la Asociación para el Desarrollo y la Defensa del Mundo Rural, no mueve la voluntad de los poderes públicos.


Nadie acude al rescate. Y últimamente sólo el culebrón agropecuario del ministro Garzón, en relación con las malolientes macrogranjas ha conseguido que durante unos cuantos días se hablara en serio sobre la ganadería intensiva. Hasta que el asunto se perdió en la polvareda como un episodio más de la guerra interna en la coalición PSOE-UP que nos gobierna.


El basta ya de la gente del campo suena en Moncloa como los ocho millones de pobres de Cáritas y Pedro Sánchez oye las quejas de los agricultores y ganaderos como quien oye llover.


Eso es una mala noticia para la gente aferrada al ámbito rural, en el que quiere ganarse la vida y donde sigue llevando con resignada paciencia la desidia de los gobernantes en los disantos planos de la gobernanza: el legislativo, el administrativo, el burocrático, a la hora de llevar más recursos a la España abandonada y mejorar las condiciones de quienes vivir junto a la Naturaleza.


La solidaria indignación de la gente de bien ante los escandalosos márgenes que disparan el producto del campo a porcentajes de tres y cuatro cifras, desde el precio que se paga al agricultor o al ganador hasta que el producto se coloca en las estanterías de un supermercado, dura lo que dura el paso de la noticia por el telediario a la hora de comer.


Los males del campo no vienen solos. A sus consabidas penalidades hay que sumar ahora la división interna de sus representantes sectoriales, como ha ocurrido respecto a la movilización de hace unos días, que juntó a la agricultura y la ganadería con la pesca, la cetrería y la tauromaquia, por una actividad “rentable y sostenible” en las zonas rurales.


Pero esa marcha había sido convocada sin la conformidad de las grandes organizaciones agrarias (ASAJA, COAG y UPA), que han hecho su propia convocatoria para el próximo 20 de marzo. Espero que con mayor repercusión en los circuitos mediáticos y políticos del país.

Llora el campo

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