A lo largo de la comparecencia virtual del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ante las Cortes Generales de España reunidas para la ocasión, planeó el reproche de que Europa estuvo tocando la lira mientras el tirano ruso afilaba las garras. No solo. Incluso ya con la invasión en marcha, una Europa acobardada frente a la osadía de Putin, se resistió a un arropamiento incondicional del país invadido.
Así que el agradecimiento a la solidaridad del pueblo español, y en general de todos los países de la Unión Europea, incluidos los envíos de material “ofensivo”, nunca suficiente para compensar la brutal desproporción de fuerzas frente al Ejército ruso, venía cosido a una cierta decepción por el hecho de que a la OTAN y a la Unión Europea les ha faltado fe en la fortaleza de la democracia frente a la lógica de un dictador.
Fue la lección de presidente ucraniano en su paso virtual por el hemiciclo del Congreso. Ilustrada con hechos. Basta recordar que a Ucrania se le dio con la puerta en las narices cuando solicitó entrar en la OTAN, primero, y en la UE, después, por no enfadar a Putin ni alimentar sus intenciones desestabilizadoras respecto a los vecinos occidentales.
Ya perpetrada la violación de la integridad territorial de su país, Zelenski pidió a los amigos occidentales que el cielo de su país fuera considerado zona de exclusión. Y colaboración para disponer de una tecnología a imagen y semejanza de la “cúpula de hierro” que protege a Israel de los misiles palestinos.
En ambos casos las demandas se perdieron en una edulcorada avalancha de palabras de apoyo, sin hechos concretos, más allá de modestos envíos de material militar no estratégico y una masiva ayuda humanitaria que, ahí sí, dieron la talla los distintos países europeos.
Con esos antecedentes, cobraba un especial significado la admonición de Zelenski ante los parlamentarios españoles: “Si Ucrania cae, también cae Europa”.
Dicho fue pensando tanto en lo tangible como en lo intangible. Ahí dejó la evocación del bombardeo de Guernika (26 abril 1937), como resorte persuasivo para que nos pusiéramos en su lugar, el de un pueblo que ve reducidas sus ciudades a un montón de escombros. Y en cuanto a lo intangible, nos recordó que si Ucrania cae, caen también los valores que abrazamos a esta parte del mundo civilizado: la democracia, los derechos humanos, el respeto a las minorías, el imperio de la ley, etc.
La lección de Zelenski no puede estar más clara: la democracia es más fuerte que la lógica de un tirano. Por tanto, “no tengan ustedes miedo a Putin”. Esa frase refleja el mensaje central del presidente ucraniano ante un hemiciclo que redobló su capacidad para escuchar al hombre que hizo el milagro de dotar a Europa de una sola voz frente a los valores amenazados por un autócrata con sueños de grandeza.