Intolerable

Durante el pasado año han sido asesinadas treinta y ocho mujeres, y en cada una de ellas una ausencia inasumible que nos concierne y de la que somos responsables. El pacto social nos obliga a defenderlas, a protegerlas, y, en último caso, a castigar con dureza a los criminales. 
 

Ante lo dramático de la situación no valen paños calientes, urge actuar y hacerlo con rigor, porque la vida y seguridad de estas mujeres no admite demorarse en largos debates, ni mucho menos extraviarse en trifulcas políticas. Exige, por el contrario, una acción clara y contundente por parte de legisladores e instituciones. No puede ser que permitamos que mujeres que han dado el paso de denunciar a sus maltratadores se vean desamparadas al extremo de tener que ser ellas las que huyan, las que tengan que esconderse, dejando sus casas y familias para refugiarse en lejanas casas de acogida, mientras sus verdugos, los acosadores y agresores, siguen viviendo tranquilamente en sus barrios como si fuesen las víctimas y no los verdugos.
 

Se debe legislar con rigor aumentando las penas, tanto que aquel que acosa en su vida y cotidianidad a una mujer se le aplique una pena similar al que secuestra, por que eso mismo hace con ella. La solución no es esa, dirán, pero esa es nuestra responsabilidad. La gravedad del castigo ha de dar idea cierta del drama que viven, dejando, además, claro a los asesinos que de verdad estamos dispuestos a plantarles cara.

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