Si bajando los impuestos, como pretende Feijóo, no se pudieran emplear recursos públicos, por ejemplo, en la construcción y mantenimiento del gigantesco pabellón de caza y armería que el ex-rey Juan Carlos I se hizo construir en 2007 a costa de Patrimonio Nacional, tres millones y medio de euros que salieron de los impuestos precisamente, uno se adheriría automáticamente a esa propuesta con que el nuevo jefe del PP condiciona al presidente del Gobierno para entenderse un poco con él en los asuntos de Estado, en la renovación del Consejo General del Poder Judicial sin ir más lejos.
O si bajando los impuestos, como defiende Feijóo dándoselas de Robin Hood, nos quedáramos sin partida para pagar el disparatado sueldo del nuevo vicepresidente de la Junta de Castilla y León, ese Juan García Gallardo de Vox que se embolsará 100.000 euracos al año por no hacer nada, o, cuando menos, nada que necesite la región, uno no sólo se adheriría automáticamente al plan, sino que me iría con Feijóo a predicar su necesidad perentoria por montes y collados, calzados ambos con sandalias y cubiertos con hábito de estameña.
Lamentablemente, lo que quiere Feijóo, y que le desaconseja a uno acompañarle en semejante gira, no es descargar a los ciudadanos, a los trabajadores, del peso de tanto grosero dispendio, sino descargarles de los beneficios que los impuestos les procuran, esto es, buenos colegios y universidades, buena atención sanitaria, buenos servicios sociales, buenas carreteras, buena administración de justicia, bueno de todo cuanto se necesita. A menos impuestos, lógicamente, menos y peor de todo eso.
El hallazgo por parte de la Guardia Civil de un museo de los horrores en Bétera, más de mil animales salvajes disecados tras ser acribillados a tiros por su propietario, el extinto Francisco Ros, trae a la memoria el que conserva secretamente cabe el Palacio de la Zarzuela el llamado rey emérito, cuyos fondos son fruto, de una parte, de su inveterada afición a destruir la vida y la belleza encarnada en los elefantes, los leones, las jirafas, los búfalos, las cebras, los rinocerontes y las gacelas que fue liquidando por gusto, y de otra, de su inquietante pasión por las armas, los rifles particularmente.
Esa compulsión se frustró en Botswana en una noche loca, pero los españoles seguimos pagando su mantenimiento.
Feijóo, cuando habla de menos impuestos, no parece que se refiera a que no los haya destinados a financiar semejantes insanias.