La ideología del poder

hace unos días, en ocasión de un homenaje a la escritora Almudena Grandes, Pedro Sánchez al tiempo que se adjudicaba entrada en los libros de Historia por haber exhumado el cadáver de Franco se le llenaba la palabra hablando del “pasado luminoso del republicanismo”, pero lo cierto es que nunca ha sido republicano. En sus tiempos de tertuliano y concejal su discurso discurría por el carril de los argumentarios que elaboraban en la sede madrileña de Ferraz para consumo de cargos políticos y periodistas afines. Ni era doctrinario, ni iba más allá de los tópicos políticos de la izquierda convencional. El Pedro Sánchez que hemos ido conociendo instalado en La Moncloa es otra cosa.


Es el resultado de la construcción de un personaje político con apenas conexión con su trayectoria anterior. Ni fue un agitador en la universidad a la manera como, pongo por caso, sí lo fue Pablo Iglesias, ni hay en su expediente académico hecho alguno relacionado con actos políticos instigados por el ideario izquierdista. Sánchez siempre estuvo a lo suyo. Su ambición no iba más allá de él mismo. Lo colectivo le era ajeno, pero su instinto le hizo ver que en la política tenía porvenir.


Más allá de asumir el ideario genérico de la socialdemocracia nunca ha tenido una ideología en el sentido de compromiso personal. La militancia y la implicación en las tareas internas del partido le abrieron las puertas a diversas encomiendas de segundo nivel: concejal, diputado por renuncia de otro, etc. Pero supo ver y aprovechar el desconcierto en el que quedó sumido el PSOE tras la calamitosa gestión de Zapatero y aunque una parte de sus compañeros en la dirección del partido --que conocían su falta de escrúpulos-- intentaron detener su asalto a la dirección, a la postre les ganó por la mano apelando a las bases y estrenando un discurso izquierdistas sin raíces previas. Nunca había publicado un artículo o dado una entrevista situándose en posiciones radicales. Pero ahí empezó. De aquellos días se recuerda --solo es un ejemplo-- que en respuesta a una pregunta dijo que era partidario de suprimir el Ministerio de Defensa. Ahora es un firme partidario de la OTAN.


El lugar que en otros ocupa la ideología en su caso es la ambición. Ambición de poder. El poder como instrumento de afirmación del yo. A ése objetivo sacrificará todo. Y cambiará lo que tenga que cambiar asumiendo con naturalidad todas y cada uno de sus contradicciones. Llegado a dónde ha llegado ha desarrollado un pensamiento implacable. Es un “killer” político. Su ideología es el poder y por eso se adapta a lo que haga falta con tal de seguir. Es un rival político temible. Hará bien Núñez Feijóo en no confiar en demasía en las encuestas.

La ideología del poder

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