Hay un gordo en mi serie, camarero

Camarero, camarero, hay una mosca en mi sopa. O una cucaracha, como en “Víctor o Victoria”, en la famosa escena en la que Julie Andrews se quiere ir de un restaurante carísimo sin pagar intentando meter a un bicho en el plato, bicho que por supuesto se escapa y se monta un tremendo show que no voy a desvelar si ustedes aún no han visto la película, que por cierto es maravillosa, por no hablar de su banda sonora. Pero la columna de hoy no va de cucarachas: va de Star Wars y de una nueva serie que acaban de estrenar, “The Acolyte” (en gallego sería el Alcolitro, como le llaman en ciertas zonas del rural a los eucaliptos) en la que hay un montón de Jedi con sus espadas de luz y sus cosas de secuestrar niños pequeños y de mover cosas con la mente y también malos muy malos que caminan con soltura hacia el Lado Oscuro, nada nuevo pero siempre reconfortante. La cosa es que los fans se han enfadado muchísimo porque hay un Jedi GORDO. Hay un gordo en mi serie, señores, un gordo, un gordo Jedi, dónde se ha visto eso, un glotón, un candidato a la diabetes o a ser un influencer de tallas grandes. ¿Y su salud? ¿No puede usar La Fuerza para adelgazar? ¿No hay Ozempic en la galaxia tan lejana? ¿No puede ir a un Jedi endocrino? Si lo atraviesan con un láser que le den paliativos, no van a pagar los de la República su tratamiento si no se cuida. Pero vamos a ver, un Jedi gordo, si son monjes guerreros, siempre entrenando, haciendo burpees, la dieta paleo, nada de hidratos a la cena, fuera pasteles, venga, Jedi, que tu puedes, lo haces fenomenal, otro burpee, otra flexión, arriba, abajo, abdominales, pollo con arroz, deja las cervezas, deja esas patatas fritas, vive como un Jedi, un respeto a la saga que siempre ha sido tan amante de la lógica. 


En Star Wars los gordos siempre han sido malos, léase Jabba el Hutt. Bueno, en muchas sagas son malos, como el Pingüino de Batman, el gigantesco Kingpin en Marvel o Úrsula en La Sirenita. Estar de buen año también se asocia con la bonhomía, como Falstaff, entrañable villano (sí, amigo lector, he puesto un adjetivo delante del sustantivo, no me lo tenga en cuenta) y siempre con la falta de valores apolíneos y rectos que se asocian con lo bueno, brillante y adecuado. Ya lo decía Chanel, enriquecerse y adelgazar todo es empezar. O estar moreno, no recuerdo bien. Así que han puesto a un mozo grandote de Jedi y los gymboys se han soliviantado. Un gordo. Anatema. Un Jedi. Gordo. Que una rana verdosa y adorable sea capaz de luchar como Bruce Lee pegando saltos no asombra, pero que un chico subido de peso sea Jedi sí. 


La gente espera lógica en una saga en la que pueden viajar por el hiperespacio tan tranquilamente pero guardan los planos de la Estrella de la Muerte en un disquete. Se ríen de que una mecánica salga fuera de una nave con un traje de cosmonauta (¿esto qué es, Star Trek, estamos de broma?) pero aceptan sin problema que se oigan los disparos y las explosiones en el espacio. Lo que no aceptan es que Star Wars es y siempre será una saga para niños, diversa y colorista, con aliens tocando jazz, malos que se vuelven buenos y viceversa, chicas que se cambian de apellido por que les sale de allí, un villano al que cortan por la mitad pero se niega a morir y ahora un Jedi gordito. Si es que no se respeta nada en Star Wars. Quizá por eso nos gusta tanto. 

Hay un gordo en mi serie, camarero

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