Gosia Trebacz (Cracocia, Polonia, 1971) ofrece en Palexco el proyecto artístico “AR+arte_terapias alternativas”, que vino realizando, a lo largo de los tres últimos años, en la Fábrica de Armas de A Coruña. Se trata de una muestra poliédrica en la que se dan cita la performence, la fotografía, la instalación, la arquitectura, la música, la poesía, el teatro y la danza. Con este proyecto –según confiesa– quiso “Sumergirse en el peso de la historia...”, para encontrar los ecos escondidos, las resonancias evocadoras, las presencias invisibles; todas esas vibraciones llenas de misterio que se agazapan en los lugares abandonados. Es un trabajo de suma complejidad que abre las compuertas de la imaginación y da fe de las innúmeras posibilidades del arte Recoge, así, los latidos que flotan en el aire, las manchas, rasgaduras y signos desdibujados o borrosos que la humedad y el tiempo han ido escribiendo en las paredes; a ello añade, en la “Performence OO”, sus propios y potentes trazos, esa escritura suya ondulante, creando una página donde juegan la luz y las sombras .Presenta también varios de sus grandes cuadros abstractos donde, sobre fondos grises o azul claro, juega con amplios signos de color naranja, con trazados negros y letras como la A mayúscula. Lo gestual y sígnico está presente también en un gran lienzo de fondo negro, sobre el que destacan las líneas blancas de un círculo, una flecha y una enmarañada red ondulante Hay un grupo de 35 cuadritos donde recoge espacios de la fábrica, en fotos cuyos márgenes han sido intervenidos con su escritura y grafismos, como a modo de comentario. “Apuntes de las batallas” es una instalación de 18 piezas de técnica mixta que reflejan sombríos espacios internos, rincones oscuros que transmiten el sobrecogimiento del abandono y un espeso silencio con ecos (valga el oxímoron). El grupo de fotos “Polaroid 35”, que lleva como comentario el texto: “surcando as liñas do tempo para falarnos...”, muestra detalles de rincones; cuartos en la oscuridad, objetos como una silla, un encerado, una puerta, y, sobre todo, el sobrecogedor contraste de luces y de sombras. Entre los objetos encontrados en la fábrica están varios tornos que conforman una instalación en el suelo y dos viejas carretillas intervenidas; también hay una colección de pequeñas piezas de hierro que, con el título de “Minimundos”, se exponen en una vitrina; algunos todavía llevan el envoltorio de papel donde van escritos los nombres, quizá de los alumnos a quienes pertenecieron. Por todas partes, pues, se ha tropezado Gosia con signos de indicio y ha salido atraerlos a su imaginario para componer un palimpsesto evocador donde lo que se adivina es más de lo que aparece y del que emana, como sucede con todas las ruinas y lugares abandonados, una melancolía no exenta de belleza. Se sumerge,así, en el desdibujado poso de la historia, para descubrir, como es habitual en ella, esa magia escondida tras las humildes apariencias que abre pórticos hacia una ultra-realidad sólo visible por el arte.