Nunca me gustaron las películas en las que al final ganaban los malos. En todo caso era ficción y pasado un ratito te pasaba el disgustillo y esperabas a la siguiente película para olvidar el cabreo que el desenlace del film te había producido. El problema surge cuando lo que vives no es una ficción, es la realidad, que te envuelve y te arrastra incluso contra tú voluntad. En la España de hoy, los españoles estamos actuando como meros figurantes en una película de terror en la que al final, ganan los malos. Lo ocurrido en Cataluña allá por 2017 fue un lío que montaron los independentistas catalanes, que, por su cuenta y riesgo (o eso creíamos), decidieron declarar la independencia del territorio catalán a la sombra de un referéndum ilegal que se saldó con terrorismo callejero, los CDR y el Tsunami, que obligó a desplazar a Cataluña fuerzas del orden que fueron humillados y maltratados y muchos de los cuales resultaron heridos por la barbarie de aquellos grupos que querían romper el orden constitucional y dar un golpe de estado. Entonces el gobierno de España reaccionó, tarde y mal, aplicando el 155 para intervenir el gobierno de la Generalidad y devolver a la legalidad a esa parte de España. Después se produjeron juicios y condenas que, posteriormente y de la mano de Sánchez, se convirtieron en indultos que, hasta entonces, el propio Sánchez se había encargado de negar una y otra vez hasta que “cambió de opinión”. Después ocurrieron muchas cosas y de nuevo Sánchez eliminó el delito de sedición y el de malversación y así, los que habían delinquido, veían como el gobierno socialista, legislaba en beneficio de los delincuentes. Otros delincuentes se habían escapado de la justicia escondidos en el maletero de un coche y se instalaron a vivir a todo trapo en Waterloo por donde pasaban otros políticos a rendir pleitesía a los fugados de la justicia española. El tiempo, que no se detiene jamás, siguió soportando a los independentistas generando tensión y amenazando siempre con romper España, algunos pagaron multas, que imagino ahora recuperarán de la mano de la amnistía y los prófugos volverán con alfombra roja para recibirlos, en realidad, han ganado. Pero, ¿qué ha cambiado aquí para que vivamos tanto dislate? Pues que hubo unas elecciones en las que Sánchez no ganó, pero le dio la oportunidad de refugiarse en la aritmética parlamentaria de manera que, sumando a los proetarras, a los independentistas, a los prófugos y a los comunistas podría continuar cuatro años más, ya veremos, en la Moncloa. Naturalmente Sánchez se agarró como a un clavo ardiendo a esa posibilidad y contradiciéndose de todo lo que había dicho en campaña electoral, se puso al servicio de cuanto enemigo de España estaba el parlamento para conseguir los 176 votos que necesita para renovar presidencia. El resultado es que toda España está en manos de Puigdemont que, aún fugado, tiene en sus manos el futuro próximo de nuestra nación por expreso deseo de Pedro Sánchez y el Psoe. El presidente en funciones está dispuesto a todo para comprar esos siete votos que necesita para su felonía. Amnistía, condonación de la deuda, cesión de Cercanías de tren y sabe Dios qué más porque el prófugo está alargando su reflexión para ver qué más le saca a Sánchez, sabiendo de antemano que el socialista le dará lo que le pida. No es el argumento de una película, es nuestra realidad y permítanme el “spoiler”, ¡ganan los malos!