Naturalmente, el agónico mes de septiembre que llama a la puerta del fin del verano tendrá como uno de sus principales protagonistas a Alberto Núñez Feijóo, que este lunes inicia una ronda de consultas de cara a su investidura. Una ronda que presumiblemente le va a servir de poco. Y Pedro Sánchez, la otra ‘estrella’ de la política hoy y aquí, cuyo ‘estado mayor’ negocia a toda vela y en secreto las condiciones exigidas por ERC y Junts para facilitarle la investidura una vez que, el 27, haya fracasado, como esperan, la de Feijóo. Pero, claro, una vez más el protagonismo, porque todo depende de él, se lo lleva el fugado a Waterloo, que ya está consiguiendo hasta que se ‘normalice’ la idea, declarada inconstitucional por los letrados del Congreso, de que es posible una amnistía para los 208 encausados en el ‘procés’. Un tema a tratar, se especula, cuando ambos, Sánchez y Puigdemont, coincidan, antes de la sesión de investidura, en el Parlamento Europeo. ¿Se está ya preparando un encuentro, discreto o no tanto, en Bruselas?
El presidente del Gobierno de España acudirá al Parlamento europeo para explicar allí las prioridades de la presidencia española de la UE, que, quiérase o no, se está viendo afectada por el proceso poselectoral que ha de llevar a la investidura y al nuevo –o no tan nuevo– Gobierno. Y allí estará, presumiblemente, el europarlamentario Carles Puigdemont como atento oyente... al que buscarán todas las cámaras de los medios. Protagonismo de Sánchez, por tanto, pero compartido, en un día que debería ser grande para la diplomacia española.
Pero las cábalas van más allá. Dentro del programa de comunicación e imagen que sin duda domina ahora las ‘conversaciones discretas’ del Gobierno con ERC y Junts (y con los otros que darían su apoyo a la investidura de Sánchez, claro), ¿cómo se gestiona esta ‘coincidencia’ de Sánchez con Puigdemont, que es el oscuro objeto del deseo del Gobierno? ¿Discreción total? ¿No habrá encuentro ni para saludarse fugazmente, al estilo de lo que Sánchez hizo en el Congreso con el entonces procesado líder de Esquerra, Junqueras? Entonces, los que lo oyeron –por ahí estaba Ana Oramas, hoy ya ausente de la Cámara Baja– captaron que el procesado Junqueras decía al presidente, corría el año 2019: “Tenemos que hablar2. Y vaya si hablaron, indulto por medio incluido. En todo caso, no haría falta un encuentro físico, claro. Hay otras muchas maneras de comunicarse.
Imaginemos, sin embargo, otra hipótesis: a los intereses de ambos, Sánchez y Puigdemont, les conviene, aunque en distinta medida, la ‘foto de la normalización’. Puigdemont, antes ‘enemigo público número uno’ del Estado, es, al fin y al cabo, un miembro del Parlamento Europeo, aunque con su inmunidad en riesgo y pendiente de una declaración del Tribunal superior de la UE. Sigue siendo un prófugo para la Justicia española, que reclama su extradición para encarcelarle, y así supongo que en algún momento se lo recordará el Supremo al Ejecutivo, en lo que será un nuevo enfrentamiento entre ambos. Pero, al tiempo, Puigdemont es el hombre del que depende, al menos para el Gobierno central, la relativa ‘pacificación’ de la tempestuosa política española. Y a Puigdemont, qué duda cabe, la foto del encuentro le conviene: es casi el primer paso para su regreso triunfal, a lo Nelson Mandela, a España. Una foto casi de vasallaje por parte de Sánchez, cuya continuidad en La Moncloa depende del fugado ex president de la Generalitat.