El espacio expositivo Bomoble ofrece una muestra de pintura y escultura cerámica de Fausto García Rey ( A Coruña, 1958) que, además de su trabajo como psicólogo especializado en autismo, ha estudiado Técnica escultórica, en el centro Mestre Mateo de Santiago. Desde su tierna infancia sintió bullir dentro de sí la necesidad expresiva, pero su vocación se desata a partir de 1985 y se empapa de arte leyendo, visitando museos y deslumbrándose ante la obra de genios como Van Gog; inició su trayectoria expositiva hace más de tres décadas.
Dueño de un lenguaje original y epatante, que se sustenta en singulares experiencias personales ( como su intento a los 2 años de comerse una caja de ceras Manley), da forma en sus creaciones, y muy especialmente en la cerámica, a un universo de criaturas que, aunque muchas de ellas se apoyan en la naturaleza, rompen los cánones ordinarios para dar vida a seres híbridos o a personajes que tienen raros adminículos o deformidades y que causan extrañeza. Lo incierto, lo inesperado, como predican algunos de sus títulos, adviene a sus obras, quizá emergiendo del fondo del subconsciente, para hablar de todo aquello que todavía es imperfecto o que está en trance de transformación. Su hacer es - como él mismo apunta- una pregunta continua y, a menudo, es el azar el que guía su mano, pues es en el momento de empuñar el lápiz o el pincel o de modelar cuando aflora lo sorprendente y lo desconocido pide paso. Sus pinturas hechas a modo de mosaicos de coincidencias y contrapuntos de personajes, lugares, frases, rostros, animales, frutos, signos varios... hablan de la complejidad del mundo y de la coexistencia simultánea de realidades diversas; a su manera de hacer o estilo quizá podría encasillárselo, sobre todo en lo que respeta a los contrastes de color, dentro de un pop sui generis, pero hay también muchos elementos expresionistas que podríamos calificar de humor caricaturesco, porque, aunque tras esos guiños deformadores hay un drama latente que habla de la condición humana, no dejan de revelar lo que aún persiste de grotesco y de imperfecto. Sus creaciones son, pues, preguntas ontológicas, guiños a lo incógnito, un vibrante revoltijo de todo ese caótico discurrir que nos asalta a diario, convergencia de instantes y personajes dispares en espacios inusitados, parábolas del eterno fagocitar.
De esto último, predica la obra titulada “A mordiscos” donde aparece un hombre “ que se hizo vegetal” fundido con un gran manojo de calabacines, en un escenario de polícromos apetitos, que incitan al onomatopéyico ÑAM. .Pero si un acre expresionismo caracteriza obras como el tremendo rostro de “Empastes”, “Apolo cojo”, “Etrusco”, “Rey Pindo”, entre otras, también surgen aspectos líricos, como en “Sao Paulo” o “Ceras manley”. En composiciones reticulares en las que a menudo hace uso del collage, y como sucede en el pop, F. García trata de elevar lo trivial y lo cotidiano a obra de arte, para ironizar sobre las contrapuestas y variopintas circunstancias de la vida.