Si revisamos la Historia contemporánea, principalmente la más cercana a nuestros tiempos, a grandes rasgos se pueden distinguir dos claras y diferenciadas teorías políticas que mayoritariamente han seguido los distintos países.
Un esfuerzo fiscal razonable y equitativo que no abrasa ni a las rentas del trabajo ni a la empresa; todas las facilidades posibles al empresario para fomentar la inversión, evitando burocracia y trabas ideológicas; respeto a la propiedad privada y seguridad jurídica, es decir: una administración de justicia independiente y tolerable.
Un gasto público eficiente, evitando la corrupción, el despilfarro en gestión y aparato publico desproporcionado. El ciudadano decide donde invertir su dinero, no se lo administra el Estado.
Esta tendencia proporciona paz social, crecimiento y formación de grandes empresas multinacionales, que tienen musculo financiero para invertir, investigar, crear puestos de trabajo, además de atraer riqueza de donde se implantan.
También logra un índice de desempleo mínimo, estructural no coyuntural. Podemos ver algunos ejemplos: EE.UU. Alemania, Corea del Sur, o Inglaterra con un 3,6%.
Recuerda a las teorías del respetado economista escoces del siglo XVIII Adam Smith: «No hay más requisitos para llevar a un estado al más alto grado de opulencia, a partir de la mayor barbarie, que la paz, unos impuestos sencillos y una tolerable administración de la justicia».
Hablando de la otra teoría: dura y coercitiva política fiscal, excesiva burocracia y trabas al emprendimiento, creación de empresas y en consecuencia empleo; desprecio al mérito y esfuerzo, una actitud lasa en la defensa de la propiedad privada y administración de justicia. Invasión de los poderes públicos en múltiples aspectos de la vida privada del ciudadano.
Resultados: tejido empresarial formado mayoritariamente por pequeña empresa y autónomos que no tienen suficiente margen financiero para crecer; conformismo del ciudadano ante múltiples trabas que se le ponen al esfuerzo personal. Alto descontrol de las cuentas públicas y en consecuencia corrupción debido al elevado presupuesto gestionado y aparato administrativo funcionarial.
En consecuencia, constante y desbordado índice de desempleo que el Gobierno maquilla con pequeñas subvenciones que dan para vivir al borde de la pobreza y de paso compran el voto.
«No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados» También son palabras de Adam Smith.
Por cierto: índice de pobreza en España 27,8%; desempleo 12,6; “medalla de oro europea”.