Las encuestas cantan el reenganche de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid en su próximo paso por las urnas autonómicas. Simplemente lo constato. Lo que no parece es que su previsible victoria electoral se deba al funcionamiento de la Sanidad en la región.
Es inesquivable la sensación de caos que desprenden las listas de espera, la falta de recursos humanos, el malestar de los profesionales y el hecho mismo de la huelga convocada por un sindicato de médicos (Amyts) en disconformidad con el modelo de urgencias extrahospitalarias, puesto en marcha sin disponer de los profesionales necesarios para atender a los pacientes en los ochenta centros abiertos al amparo del nuevo plan en el ámbito de la atención primaria.
El desbarajuste es un hecho. Bastaría con referirse al desencuentro de la Consejería de Sanidad con los representantes sindicales. O a la cadena de dimisiones de la semana pasada en el organigrama de la sanidad pública en la región. Otra cosa es la asignación de culpas. Los profesionales sanitarios, en ningún caso. No son culpables de nada, porque lo suyo es ejercer con profesionalidad la atención al paciente. Y en eso ya demostraron durante la pandemia, y siguen demostrando en el día a día, que son admirables. Y la organización de ese trabajo no es su cometido. Dicho sea en referencia a todos los estamentos del servicio. Básicamente, médicos-as, enfermeros-as y celadores-as.
Lo más perturbador es la politización del conflicto de los profesionales con el gobierno de la Comunidad. Nada bueno puede resultar de convertir la atención a los enfermos, que no es de derechas ni de izquierdas, en un elemento de confrontación entre los partidos. De la misma manera que a uno le rechinan los señalamientos del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, contra las terminales políticas y mediáticas de los grandes poderes económicos, como si estuvieran conjurados para frenar los avances progresistas del Gobierno, también le rechina que Díaz Ayuso acuse a “la izquierda” de estar boicoteando sin más la sanidad pública madrileña.
A la hora de procesar las intenciones de los partidos políticos que compiten por el poder, el dilema está claro. Nos gusta la sanidad pública o preferimos la privada. El interés general gestionado por el gobernante de turno o la cuenta de resultados de entidades empresariales del sector sanitario.
En otras palabras: la cuestión de fondo, de la que el malestar de los sanitarios y el movimiento huelguístico solo serían meras derivadas, es si de verdad estamos antes una apuesta política del PP -de Ayuso, en su caso- por la sanidad privada o estamos simplemente ante una iniciativa agitadora de la izquierda destinada a desacreditar a Isabel Díaz Ayuso. Se admiten apuestas.