Custodiar la red de la vida (y II)

Esto implica regresar a la sencillez, tener el valor de fomentar el cambio de actitudes, pues cada día disminuye el número de especies a un ritmo acelerado; y, uno por uno, formamos parte de esa solución, lo que nos invita a mirar este mundo con ojos más sabios. No olvidemos, que es la vida la que nos dona vida. Dejemos a los deslenguados que digan lo que les satisfaga, nosotros esforcémonos en desvivirnos por vivir en la decencia, que nos hará más corazón que coraza.

La gravedad del momento es tan fuerte que necesita traducirse en nuevas prácticas. Comencemos por desterrar de nosotros esta inmoralidad que nos envuelve. Cuando el relativismo moral se vuelve dominante, del principio al fin se relativiza y se abre la puerta a la opresión. Ya está bien de no corregir los malos comportamientos. Para empezar, quizás tengamos que aprender a no avasallar y a dominarnos, a mostrar gratitud como expresión de reconocimiento y a pedir clemencia cuando hacemos algún perjuicio. Son, precisamente, estos pequeños gestos de coherente urbanidad los que nos ayudan a edificar una viviente cultura de consideración a lo que nos rodea. Por ello, es hora de activar otros modelos, mayormente de profunda conversión interior, si en verdad queremos resolver los grandes males que hoy asolan al mundo. Quizás tengamos que aprender a valorar las pequeñas cosas de cada día, sin apegarnos tanto al poseer y al tener, sino más bien al donarse y a la mesura. Al fin y al cabo, lo trascendente es no trastocar los andares vivientes a causa del uso alocado y del abuso irreflexivo.

Ante este desdichado panorama, nos alegramos que este año se abra la puerta a dos nuevas décadas; la del periodo de la Ciencia de los Océanos para el Desarrollo Sostenible y la etapa de la ONU para la Restauración de los Ecosistemas. Todo ello, viene a ratificar, lo cardinal que es amparar el tejido vivo, teniendo en cuenta que cada cual es responsable, en mayor o en menor medida. Indudablemente, hemos llegado al momento crucial, donde se nos exige que cada ser humano, por minúsculo que nos parezca, haya de reconsiderar sus prioridades, sabiendo que salvaguardar hoy la inmunidad de nuestro planeta es también proteger la salud y el bienestar de las generaciones próximas.

Mal que nos pese, esto nos enseña, que tanto la recuperación de la COVID-19 como la reparación de nuestro orbe, han de ser las dos tareas prioritarias que han de llevar en mente los caminantes del mundo. Compromiso real, luego.





Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor

corcoba@telefonica.net


Custodiar la red de la vida (y II)

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