La semana pasada acaparó la atención del país el compadreo millonario entre el presidente de la Federación Española de Fútbol y el jugador del Barcelona, Gerad Piqué, para llevar la Supercopa de fútbol a Arabia a cambio de 120 millones para la Federación y una jugosa comisión de 24 millones para el futbolista intermediario.
Parece que este gran pelotazo es legal, aunque “desde el punto de vista ético es impresentable”, dice el presidente del Consejo Superior de Deportes. Pero más allá de lo legal, lo ético y lo estético, este episodio de pícaros y comisionistas da pie a tres reflexiones.
Una. No es presentable que un jugador en activo, que defiende los colores del Barcelona, haga negocios con el presidente de la Federación de la que depende ese club y el propio futbolista, sembrando dudas sobre la integridad de las competiciones. También chirría que Piqué y Rubiales repartan los ingresos” procedentes de la cesión de derechos federativos” entre los equipos participantes primando al Madrid y al Barcelona y minusvalorando a los otros participantes.
Dos. Llama la atención el sueldo del presidente de la Federación de Fútbol que asciende a 634.518 euros al año, más incentivos y otras prebendas, como un piso de lujo en Madrid, aunque es más galáctico el salario de Javier Tebas, presidente de la Liga, que cobra 3,4 millones.
Una de las leyes del mercado dice que las retribuciones de los directivos se establecen en función de sus capacidades, de sus responsabilidades y del logro de los objetivos. No dudo de la capacidad de los señores Rubiales y Tebas, ni de su alta responsabilidad en la Federación y la Liga. Pero es un escándalo que cobren infinitamente más que el presidente del Gobierno que, con más o menos acierto, gestiona el “chiringuito España”, algo más grande y complejo que la Federación y la Liga del Fútbol.
Tres. Es de traca que el futbolista Piqué, fervoroso independentista y defensor de la Cataluña republicana y oprimida por España, intentara pedir la mediación del Rey emérito, que el monarca declinó elegantemente. La España opresora le es útil cuando conviene y, como decía Tierno que “Dios nunca abandona a un buen marxista”, debió pensar que la Monarquía siempre ayuda a un republicano independentista cuya divisa es “la pela es la pela”.
En fin. Hay situaciones que, aun siendo legales, circunvalan la ley y escandalizan. El proceloso mundo del fútbol tiene su estructura, sus leyes, su justicia deportiva y se comporta como un “estado” al margen del Estado español y ningún Gobierno se atrevió a abrir sus puertas y ventanas para que entre el aire fresco del control en busca de más transparencia. Presiento que este tampoco lo hará.