Los primeros perfiles del escenario en Castilla y León (cita con las urnas el próximo 13 de febrero), son escasamente regionales, si exceptuamos el culebrón Garzón que afecta a los intereses del sector ganadero en una región puntera en exportación de productos cárnicos.
Pero Castilla y León no es Madrid. Se equivocarán el PP y el PSOE si hacen de sus respectivas campañas electorales una extensión de la lucha por la Moncloa. En la región más extensa de España están abiertas las heridas de la despoblación y el abandono del sector rural por parte del Gobierno de la nación.
En ese sentido, las opciones electorales más “regionalizadas” son las representadas en la opción “España vaciada”, que se ofrece en cinco de las nueve circunscripciones. Esa alternativa, harta de promesas y huérfana de hechos en el progreso regional, se ha formado con tantas prisas que es poco verosímil atribuir posibilidades reales de condicionar la futura política de la Junta, en cuya presidencia repetirá con toda probabilidad su actual titular, Alfonso Fernández Mañueco, solo o en coalición con Vox, salvo acontecimientos inesperados cuya resultante fuese una improbable mayoría suficiente del PSOE con Podemos.
Nadie anticipa unas elecciones sin la seguridad de ganarlas. Un axioma de los politólogos. Pero tampoco es descartable que, a Mañueco, y sobre todo a Casado, cuya influencia ha sido evidente en la decisión de anticipar las elecciones, se le rompa el cántaro, como a la lechera del cuento. El tiro en el pie es un clásico en la política nacional. Y especialmente en el PP, cuyo culebrón Ayuso es como la fábula del suicida patoso.
El incomprensible empeño de los dos grandes partidos en plantear estas elecciones en clave nacional es una forma de darse un tiro en el pie. Puede ser contraproducente ver en estas elecciones la ocasión para “poner fecha de caducidad a la pesadilla de Sánchez” (Ayuso dixit). Lo mismo que acusar al PP de boicotear los fondos europeos en Bruselas (Bolaños dixit). Tanto para el PSOE como para el PP, se entiende.
El secretario general del PP, Teodoro García Egea, dijo en el congreso regional de su partido, clausurado en León este fin de semana, que en estas elecciones España se la juega. Pues, no. El que se la juega es el PP ¿De dónde creen en Génova que va a salir el salto en votos y escaños que las encuestas auguran para la ultraderecha, con porcentajes que triplican su pobre cosecha de 2019?
La hipótesis quita el sueño al estado mayor de Pablo Casado: que el PP se quede enganchado a Vox como Sánchez se quedó enganchado a Unidas Podemos para gobernar después de las elecciones de noviembre de 2019. Podría ocurrir en Castilla y León si el PP por sí solo suma menos escaños que PSOE y Podemos juntos.