Hace un año que; después de estar más de media hora en una acera haciendo cola, con una temperatura que no superaba los cinco grados y en el pico de una de las muchas olas de esta pandemia; conseguí entrar en una oficina de CaixaBank para hacer un ingreso de 68,00 € en la cuenta de un tercero, pero como entré a las once y cuatro minutos, desde detrás de un biombo una voz me advirtió “la caja está cerrada”. En el tono de aquella voz ya percibí que mi presencia en aquella oficina no era bien venida, como pude comprobar unos minutos más tarde.
No sé que vieron en mí los empleados/as de aquella oficina que, nada más pronunciar yo las primeras palabras, me dieron con el SISTEMA en las narices y por lo que descubrí un poco más tarde, ante el SISTEMA el Mundo ya se puede venir abajo que no hay nada que hacer.
Te estarás preguntando por qué te cuento esto. Pues verás..., primero voy a narrarte lo sucedido y luego te explico que fue lo que me empujó a dirigirme a ti:
Como te decía, el día 11 de enero del año 2021, acudí a la oficina del banco donde tengo domiciliada mi pensión, recibos, facturas y demás, para hacer una transferencia a una cuenta de CaixaBank, y dado que me cobraban una comisión de 6,00€ por hacer una transferencia de 68,00€, opté por retirar el dinero de mi cuenta y desplazarme hasta la Oficina de CaixaBank y hacer personalmente el ingreso. La distancia entre ambas oficinas no llega a los cien metros.
Llegué a la puerta de la oficina de CaixaBank pocos minutos antes de las diez y media de la mañana, donde me encontré con una cola considerable y cuando conseguí entrar en la oficina pasaban cuatro minutos de las once. Sin preguntarme que tipo de gestión quería realizar, una voz desde detrás de un biombo me advirtió de que la caja ya estaba cerrada. Me acerqué a aquella persona para pedirle que me ayudara a encontrar una solución, pues llevaba más de media hora en la cola y había adquirido el compromiso de hacer el ingreso esa mañana y deseaba cumplir mi palabra.
Por lo que fui viendo, aquella mañana tropecé con la frialdad de un SISTEMA ideado para autómatas y no para seres humanos. El SISTEMA cierra la caja a las once de la mañana y nada se puede hacer y, por la actitud de las personas que yo creía que ejercían algún control sobre él, nadie puede ni quiere importunarle, pues el SISTEMA es el que manda y parece no tener buen carácter.
La respuesta que recibí fue que realizara la operación en el cajero. Inmediatamente respondí que debido a una enfermedad que padezco, me resulta muy difícil manejarme en el teclado y no lo podía hacer, por lo que pedí por favor que me ayudasen y por respuesta recibí que me fuese a mi banco e hiciese una transferencia. En repetidas ocasiones intenté explicar que me cobraban una comisión que me parecía abusiva, y me contestaban, siempre en tono despectivo, que lo que yo estaba diciendo no era cierto.
Después de unos minutos tratando de hacer entender a aquellas personas que se escondían detrás del SISTEMA, que la comisión que me cobraban no deseaba pagarla por la sencilla razón de que me parecía abusiva; manifesté que me resisto a pagar un céntimo más de lo estrictamente necesario a ningún banco para que luego se presenten los ladrones de siempre y se vuelvan a llevar nuestro dinero. Creía entonces y creo ahora que con esto no estaba haciendo otra cosa más que defender mis intereses y mis derechos, pues el recuerdo de la estafa de las preferentes, aunque yo no fui una víctima directa, sigue vivo en mi sabiola. Y están muy frescas en mi memoria varias sentencias judiciales condenando a numerosos banqueros por apropiación indebida, distorsionar los estados contables o engordar sus propias prejubilaciones con nuestro dinero. Lo que genera en mí una gran desconfianza hacia los banqueros.
Después de unos minutos de desconcierto y cruce de palabras, la respuesta que recibí, fue: “Cállese ya”, a lo que respondí “Me callaré cuando lo considere pertinente, no cuando Usted me lo ordene” y a continuación ”Váyase a su banco y haga una transferencia”. Es decir que me echaron de aquella oficina así, con estas palabras. Literalmente, me echaron de la oficina, solo faltó la intervención del servicio de seguridad para que me expulsaran físicamente.
Sorprendido por lo que me estaba sucediendo y sin saber a que se debía aquella actitud ni como reaccionar, tras unos minutos parado en medio de la oficina. Una de las personas empleadas de CaixaBank, que había asistido en silencio a aquel esperpento, a quien aprovecho para darle las gracias; se acercó a mí y muy amablemente se ofreció a ayudarme para hacer el ingreso acompañándome hasta el cajero. (Al hacer la operación en el cajero tendrían que ser 70,00€, no podían ser 68,00€, según me explicaron) Pero como había mucha gente esperando y como esa esquina es un lugar muy concurrido, ya que confluyen dos calles con mucho tránsito peatonal, y teniendo en cuenta que era muy difícil mantener la distancia de seguridad opté por marcharme y volver a la mañana siguiente más temprano.
Ignoro qué le ocurría aquellas personas que se parapetaban tras los biombos y tras el SISTEMA aquella mañana, no sé si estaban de mal humor porque era lunes y se les hacía cuesta arriba arrancar la semana. No sé que vieron en mí. No…, no sé que les pasaba. Lo que sí sé es que me trataron como si fuese un delincuente al que había que alejar de la oficina de inmediato.
Haciendo un esfuerzo por ver el lado no tan negativo de aquel momento, y dado que el SISTEMA, según parece, toma sus propias decisiones, he llegado a pensar que, en descargo de los/as empleados/as, tal vez el SISTEMA viese en mí a una persona de edad avanzada, que poco o nada podía aportar para mejorar el balance final del banco, pues yo no vestía un buen traje, no portaba un maletín, ni tampoco llevaba sobres en los bolsillos, y tal vez me confundió con un otario que se mueve por la vida sin rumbo y sin sentido, que no sabe donde está de pie y que había entrado en la oficina escapando del frio de aquella mañana de enero. Es lo que tiene dejar ciertas decisiones en manos de las máquinas.
Pero con el fin de que no quede ninguna duda, para futuros encuentros me gustaría aclararle al SISTEMA y, de paso, también a las personas que aquella mañana no acertaron a controlarlo, lo siguiente: