Bomberos y presidentes

Inmensas han de ser las hogueras capaces de despabilar en nosotros el ánimo y avivar el coraje. Y aun así, quizá solo alcancen a movernos a la elemental vergüenza. En esa sana conmoción parece estar la Sierra de la Culebra y demás sierras y montes víctimas de la voracidad del fuego y la ineptitud de las instituciones. 


Porque es en estos momentos de emergencia cuando parecemos despertar a una terrible certeza, la falta de planificación, dotación y respeto hacia los servicios que demanda una sociedad bien constituida. Capaz, digo, de dar respuesta a sus necesidades no solo en la tragedia, sino previniéndola allí donde nos es posible.
Estos aciagos días de fuego, humo y rabia, hemos podido visualizar una vez más como afectan los recortes en los servicios que nuestra sociedad exige, y también al aparataje institucional que dilapida los recursos que deberían tutelarlos.


Tenemos más políticos que bomberos, médicos o maestros. Y no es esta una afirmación demagógica, sino una evidencia. Porque, a pesar de que entre las sombras del día a día no se percibe, cada instante de nuestras vidas en común están marcadas por una desatención de esa naturaleza. 


Todas intolerables, en la medida que comprometen nuestra salud, la educación de nuestros hijos y la seguridad de nuestras vidas y haciendas. Ofreciéndonos, a cambio, ese cambalache de avispados pirómanos que lo gobiernan todo al antojo de sus ambiciones y sin conciencia alguna de daño.

Bomberos y presidentes

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