Los faros, ubicados en lugares que invitan a la contemplación y reflexión, y cuyo dificultoso acceso también contribuye a no dejarte indiferente, son guía, luz e incluso “salvación” (salvación también está vinculada etimológicamente con “salud”). Entiendo la Bioética como un faro en medio de un mundo de decisiones sanitarias cada vez más complejas en que es fácil perderse. Una ética de faros, y no de “práctico de puerto” o de semáforo, que ilumina sin prescribir.
Hablaré de la Medicina entendiendo este término a partir de ahora en este texto como atención sanitaria a las personas. Por tanto, imposible entenderla sin tener en cuenta a otros profesionales sanitarios.
Un elemento clave en el discernimiento cuando aparecen conflictos es volver a pensar en los objetivos, los fines, que tenía la acción que está generando el conflicto. Es esencial mantener iluminados los fines de una profesión. En Medicina también es aconsejable reflexionar sobre sus fines, especialmente ante situaciones de “crisis”, de impacto, de conflicto... El motivo de hablar de fines y faros en este momento es recordar que hace 25 años, al iniciarse el siglo, el Hastings Center de Nueva York, institución referente en Bioética, nos proporcionaba un estudio como faro en el ejercicio y desarrollo de la Medicina. Su título “Los fines de la Medicina” (accesible en castellano en internet como Cuaderno n.º 11 de la Fundación Víctor Grífols i Lucas) y su objetivo reconsiderar y definir los fines fundamentales de la Medicina en un contexto de cambios tecnológicos, económicos y sociales. El estudio proponía nuevas prioridades como la prevención, el alivio del dolor y Cuidar además de curar. Se trataba de una llamada de atención hacia la deriva solo curativa que había vivido la Medicina del siglo XX y un recuerdo de la función de alivio, cuidado y acompañamiento al final de la vida. El simple enunciado resumido de estos fines, aún vigentes, ya pone de manifiesto que algunos de los debates bioéticos se han generado por haber confundido el sentido de la Medicina:
1. La prevención de enfermedades y lesiones, y la promoción y mantenimiento de la salud. Subraya el papel de la Medicina en la salud pública, la educación sanitaria, la vacunación, etc.
2. El alivio del dolor y el sufrimiento causado por enfermedades. Recuerda que el objetivo no sólo es curar, sino también Aliviar y mejorar la calidad de vida del paciente. Reconoce que la Medicina debe atender al sufrimiento humano, no solo a la enfermedad como entidad biológica. Este fin ha permitido el desarrollo de los cuidados paliativos y una atención centrada en la persona.
3. La atención y curación de los enfer mos, y el cuidado de los incurables. Sanar cuando sea posible; Cuidar siempre. Destaca tanto la recuperación funcional como el acompañamiento emocional y espiritual. Enfatiza que la Medicina tiene valor aunque no pueda curar, como en enfermedades crónicas, degenerativas y terminales
4. Evitar la muerte prematura y Buscar una muerte en paz. Abordar el proceso de morir centrado en la persona, retrasándolo si es lo deseado por ella, pero acompañando y ayudándola a morir en paz cuando esto no sea así. El respeto por la vida no implica obstinarse en tratamientos inútiles. Da fundamento a conceptos y debates relacionados con la adecuación o limitación del esfuerzo terapéutico, el rechazo de tratamiento, la sedación paliativa o la eutanasia, todo ello guiado por el respeto a la voluntad del paciente. En frase que he utilizado en publicaciones previas: Acortar la muerte sin acortar la vida. Pero tan importantes como los fines es recordar, para evitar conflictos generados por equivocarse de camino, lo que no son fines. El informe también nos los recuerda. No son fines de la Medicina:
• Prolongar la vida más allá de lo éticamente aceptable.
• Tratar como enfermedades lo que en realidad son dificultades o
problemas de la vida cotidiana
• La utilización de los recursos sanitarios sólo porque se dispone de ellos sin pararse a pensar si tiene sentido su uso en ese caso, para esa persona concreta.
• El gasto sin límites en asistencia sanitaria en detrimento de otras necesidades y prioridades sociales.
• Los objetivos perfectivos. No es objetivo de la Medicina responder a sueños y deseos, en lugar de a necesidades.
• La subordinación a intereses económicos, políticos o ideológicos.
Revisándolo actualmente, echo únicamente de menos en la síntesis final una mención más explícita de la implicación de la Medicina en la justicia social, aunque en su contenido sí se puede encontrar el reconocimiento de que uno de los desafíos contemporáneos de la Medicina es cómo distribuir los recursos de manera justa, especialmente en contextos de escasez. Es verdad que entiendo que está considerado implícitamente este aspecto al plantear como fin aliviar el sufrimiento y cuidar a las personas para lo cual hay que garantizar el acceso igualitario a los cuidados médicos esenciales, sin importar la condición socioeconómica del paciente. Su mención a que no todas las demandas o deseos deben ser satisfechos, es también una llamada a no comprometer la equidad del sistema. Además, la salud pública y la prevención, sí mencionadas explícitamente, se vinculan al bien común y la justicia social.
Considero este informe uno de los ejes de mi vida profesional. Su contenido nos ayudó a orientarnos en los inicios de los Comités de Ética Asistencial en Galicia, comienzos que coincidieron cronológicamente con su publicación
(https://www.sergas.es/Bioetica/Documents/156/Bioetica_2022_online_ES.pdf).
Los 25 años de este estudio son una buena excusa para volver a preguntarnos sobre si estos fines son los que iluminan la atención sanitaria en la actualidad.
(*) Juan Antonio Garrido es médico y especialista en bioética