Hace tan solo unos días que asistí en la catedral de Santiago a un acto religioso en el que un total de 28 sacerdotes cumplían las bodas de plata, oro y diamante-25,50 y 60 años- de la ordenación sacerdotal. Entre todos ellos sumaban más de 1.000 años dedicados a su ministerio, al sacerdocio y el acercamiento a la feligresía que sigue acudiendo a los centros religiosos en los que se proclama la misericordia. Un acto en el que se nos recordaba que el sacerdote es aquella persona que consagra su vida al estudio y práctica religiosa hacia una divinidad en concreto, entre sus principales funciones están la de dirigir los ritos religiosos y administrar los sacramentos.
Una de las cuestiones que sorprende es que el número más elevado de sacerdotes lo formaban los que cumplieron seis décadas de ministerio presbiteral, frente a dos que hacía medio siglo y un número bastante bajo los de las bodas de plata. Todo ello pone de relieve que en el momento actual hay una falta de nuevos sacerdotes por lo que los que han cumplido 60 años de ejercicio ministerial y con más de 80 años de edad, tienen que seguir trabajando y ocupándose de más de una parroquia lo que motiva que muchos de ellos se encuentren en una situación de cansancio físico paras poder desarrollar su misión en la que la cercanía y el acompañamiento forman la parte central y sustancial de su trabajo ministerial. Del ingente trabajo que desarrollan los sacerdotes da cuenta de que la Archidiócesis compostelana está integrada por 1.068 parroquias, y los datos estadísticos señalan que cada párroco debe atender un territorio de más de trece kilómetros cuadrados de superficie.
La falta de vocaciones hace que muchas veces seminaristas procedentes de otros continentes se vienen a formar a la diócesis compostelana y luego ejercen aquí su ministerio.