Aniquilación

Me ha llevado mil doscientos kilómetros leerlo. Un viaje. De ida. De vuelta. Con el tiempo me cuestiono si esta casualidad mía de vivir lejos de las mujeres que amo no será una manera de proteger a mi familia, de protegerme yo de ella. No voy a escribir hoy sobre la familia, ya lo haré. Además, la mía es una familia común y corriente de mujeres, eso sí, fuertes y aventureras. Para ser aventurero no hace falta un pasaporte estampado. No, no lo creo. Aventurero es quien se enfrenta a corazón abierto a los besos, y a los pellizcos que da la vida. Y sigue. Sigo.


Leí Aniquilación. Tengo que contarlo, porque el último libro publicado de Michel Houellebecq me dejó cruzada, inquieta, extenuada, nada que ver con sus más de seiscientas páginas. Llamé de inmediato a una de las mujeres de la familia que viven lejos, necesitaba respuestas, le hice preguntas, por eso de que ella es tecnológicamente optimista, además de ingeniero en telecomunicaciones. Me dijo esto: «La ética aparece cuando tenemos completas todas las necesidades básicas. En África no se hacen esas preguntas».  


Creo que le transmití una de las obsesiones del premiado y polémico escritor francés, tan recurrente en toda su obra, junto a la multiculturalidad y la liberación sexual, la interrogué: La investigación científica y tecnológica ¿es garante de una sociedad más humana y estable? o, al contrario, ¿es el principio de nuestra decadencia?


Qué prosa tan aséptica la de Houellebecq, será por su formación científica. Y, sin embargo, su aparente frialdad encubre una mirada profundamente sentimental y nostálgica. Influenciado por Sartre, o por el novelista Henry Miller, Houellebecq escribe, y lo dijo él mismo, como arrojando cubos de agua helada sobre sus lectores. Estoy aterida.


El controvertido escritor, ensayista y poeta, parece un cronista de la transición, de todas las transiciones constantes del hombre. Sus protagonistas están siempre a la deriva, parecen víctimas de todas las épocas que han provocado cambios irreversibles en las relaciones humanas. ¿Cuál es su destino? Cito: «El deseo se agota, las pasiones no ilusionan, los placeres no provocan». Hastiado y solo en todas sus dimensiones, Houellebecq habla de «agotamiento vital».


Se lo pregunto a la mujer de mi familia: ¿Cuál es nuestro destino? ¿Se ha vuelto frágil nuestra sociedad ante esa realidad tecnológica que avanza veloz?


Ella me cuenta todas las bondades, porque cree en la tecnología humanista, esa que nos une y no nos separa, la que ha democratizado el acceso a la información, a la cultura, la que nos facilita la vida y el trabajo diario. Que no va obviar, me dice, un par de riesgos: la privacidad de los datos, la inmediatez a la que estamos sometidos. En cualquier caso, la tecnología nos sirve a ella y a mí para mantener un largo debate a distancia. Le cuento que no es este un libro fácil, que no me ha gustado, pero que me ha gustado mucho leerlo. Aniquilación significa reducir a la nada, en el diccionario: destrucción completa y total de una cosa o persona.


Olvidé comentarle una cita del filósofo Raymond Aron, aparece referenciado en el libro, dice así: «Los hombres no saben la historia que crean».

Aniquilación

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