Amistad imperecedera

Estos tiempos veraniegos son propicios para reencuentros de antiguos amigos a los que el tiempo y la distancia han alejado, pero a los que estas circunstancias no han logrado quebrantar una verdadera amistad.


Tal es el caso de tres amigos de infancia y juventud como somos Vicente Quijano Alvarez, Mari Gimarey Mascaró y un servidor de ustedes. Para profundizar es esta relación amistosa, debemos remontarnos muchos años atrás. En primer lugar, Vicente y yo somos amigos desde la niñez, ya que ambos veraneábamos en Narón. Vicente en el chalet familiar de Piñeiros, conocido como “La Palmera”, y yo en nuestro Chalet del Alto del Castaño, denominado “Finca Permuy”. Ya de jóvenes veinteañeros, allá por finales de los años “sesenta” y principios de los “setenta”, ambos cubríamos las secciones de “Música Joven”, ésta a cargo de Vicente, con el seudónimo de “Tadeo”, y yo la de “Juventud 70” en el periódico “Ferrol Diario”. Como a los dos nos gustaba mucho la música, acudíamos a la tienda de música “Jofil”, donde trabajaba Mari Guimarey, la que nos permitía escuchar los discos “long play” o “singles” de las principales figuras de la canción “pop” de entonces. No es necesario que recordemos los grupos o cantantes de moda en aquellos tiempos, de todos conocidos. Allí fomentamos los tres una gran amistad.


Poco tiempo después, nuestras vidas tomaron rumbos diferentes. Mari contrajo matrimonio con un futbolista del Racing de Ferrol, y su carrera deportiva les llevó sucesivamente a Alicante, Puerto de Santa María (Cádiz) y de nuevo a Ferrol, donde Jesús, su marido, terminó su carrera futbolística. De allí pasaron a Madrid, durante varios años, hasta que la “morriña” de Mari les condujo, de nuevo, a su querido Ferroliño.


En cuanto a Vicente, éste pasó por Madrid, Ferrol, Cádiz y de nuevo a Madrid, donde vive actualmente, en donde se dedica a escribir sus novelas y relatos, habiendo publicado una veintena de libros hasta ahora. Mis vicisitudes son suficientemente conocidas, pero debo decir que, tanto como periodista como militar, estuve destiando en Almería, Málaga, Melilla, Ferrol, Coruña, Valladolid y Madrid, para, pasando por Vigo y Portugal, regresar a Ferrol, donde asenté, defintivamente, mis “reales”.


Fueron las redes sociales las que permitieron, hace ya ocho o nueve años, nuestro reencuentro, que se materializo con una cita de los tres antiguos amigos en Ferrol, durante el verano, en el conocido Café “Derby” de la calle Real. Desde entonces, el reencuentro estival fue “institucionalizándose” y se repite año tras año.


Fue Mari Guimarey quien nos “autobautizó” como el “Tio de la Bencina”. Dicho nombre procede de una comedia musical alemana de 1930, llevada al cine, siendo uno de los protagonistas un joven actor alemán, como era, Heinz Rühman, que tuvo muchísimo éxito y supuso el triunfo de la comedia musical germana en todo el mundo. Nuestra común gran afición por la música, nos viene al pelo con el nombre.


Últimamente, después de la pandemia, se ha unido a nuestro grupo, otra antigua amiga de los tres, como es María del Carmen Harto, a la que siempre conocimos con el nombre de “Anduriña”. Era una joven de belleza espectacular, de la que estábamos enamorados, silenciosamente, todos los chicos de nuestro entorno. Fue un ingeniero británico quien se llevó a “Andu” a Gran Bretaña, concretamente a Escocia, aunque últimamente regresa a Ferrol, desde Edimburgo, todos los veranos para ver a su familia. Vamos a tener que transformar el trio en cuarteto… Tampoco sería un gran problema.


Hay amistades que prevalecen contra viento y marea, contra la distancia y el tiempo, y que no se rinden nunca ante el olvido. Estas amistades de tantos años, son imperecederas. Permitidme el parafraseo… Amistad, divino tesoro. Que no nos falten nunca los amigos.

Amistad imperecedera

Te puede interesar