La naturaleza se ensaña con las comunidades afectadas por el terremoto en Ecuador

La naturaleza se ensaña con las comunidades afectadas por el terremoto en Ecuador
Vista de dos cerdos en la comunidad de Chupador Chico / Mauricio Torres (EFE)

A varias comunidades de pescadores pobres del norte del Golfo de Guayaquil, el santo parece haberse puesto de espaldas tras el terremoto del que fueron epicentro el pasado 18 de marzo, pues a la tragedia se ha sumado una fuerte marejada y un temporal inclemente que ha afectado viviendas y esperanzas.


Así lo relataron a Efe los pobladores de Buena Vista, Conchal y Puerto La Cruz, en la isla Mondragón, junto a Puná, así como de Chupador Chico de un estero cercano, epicentro del sismo de magnitud 6,5 que asoló esa zona del sureste de Ecuador y cuya potencia se sintió incluso en el norte de Perú y en el sur de Colombia.


A una semana del terremoto, la desolación causada por la sacudida se agravó con las inundaciones por el aumento del nivel del mar debido al oleaje o marejada que ha trepado el nivel de las aguas hasta la cintura.


Aunque el fenómeno se repite un muchas zonas costeras como la propia ciudad de Guayaquil, en las comunidades de pescadores del norte de esa región la situación se agrava por el olvido permanente del que ha sido víctima.


El temblor desnudó el abandono y ha dejado en zozobra a la población que clama cualquier tipo de ayuda.
Cristian de la Torre, de la Federación Nacional de Cooperativas Pesqueras (Fenacopec), visitó la zona para recoger información que permita contribuir con las soluciones que requiere la población.


Admitió que las de esa región son "comunidades prácticamente abandonadas" que no cuentan con una asistencia estatal adecuada y que necesitan ayuda urgente.


Según De la Torre, la gente del lugar mayoritariamente pide que se levanten muros de contención para frenar la subidas de las mareas hacia las zonas pobladas, así como rellenos sanitarios en los lugares de viviendas.


También alimentación y atención sanitaria, así como la presencia de policías o marinos de la Armadas para que custodien la zona, donde suelen actuar los llamados "piratas del golfo", delincuentes que roban las capturas a los pequeños pescadores de la zona.


El psicólogo Camilo Marines, del gobierno local de Puná, también acudió a las zonas afectadas para levantar información, especialmente de las personas con discapacidad, para elaborar planes de ayuda a cargo del Ministerio de Inclusión Económica y Social.


Para él, es urgente poner en marcha campañas de vacunación ante la proliferación de vectores epidémicos que se suelen presentar en las temporadas de lluvias.


Yadira, una madre de la localidad conocida como Chupador Chico, ubicada en otra zona del norte del golfo, comentó a Efe que el sismo de hace una semana ha dejado duras secuelas sobre todo en los niños que no concilian el sueño por las noches y que, además, sufren por la crecida del nivel del mar y las incesantes lluvias.


Una de sus pequeñas hijas no olvida el terremoto del pasado día 18 cuando la sacudida le sorprendió en un chiquero, del que no pudo salir porque la tierra la botó al suelo con fuerza.


También lamentó la caída de una pared que afectó la cocina y ahora es difícil preparar los alimentos, a lo que se suma que el colapso amenaza a toda la vivienda.


Una vecina suya, Santiaga Chalén, sigue con los nervios de punta y a veces siente una sensación de vértigo, como si la tierra siguiera temblando.


"Cuando se pegó el remezón yo corría para arriba (de la casa), pero todo se caía" y algo golpeó su brazo que "hasta ahora" le duele, según relató.


Todavía nerviosa y triste, comentó que prácticamente se ha desmoronado toda la casa y que no tiene donde ir, por lo que permanecerá en la única posesión que tiene.


Frank Rodríguez, es un joven de la zona, y denunció que la conectividad es muy mala, el internet y la comunicación telefónica a veces depende de que funcione un generador de luz que se prende a determinadas horas.


Algunos postes del tendido eléctrico parecen haber soportado la sacudida, aunque eso no es lo más importante porque el servicio de electricidad sólo hay de seis de la tarde hasta antes de la medianoche.


Hace unos diez años, relató otro vecino, se colocaron unos paneles solares pero sólo funcionaron unos cuantos meses por falta de mantenimiento y repuestos.


Margarita Marcial, de 68 años de edad, recuerda con detalle el momento del terremoto, cuando pegó un salto de varios metros para evitar que le cayera encima una pared de madera. Diego, su nieto, también cayó pero logró levantarse para socorrer a su abuela.


Muchos de los vecinos salieron al escampado para orar, un ritual que aún lo cumplen en comunidad porque temen que vuelva a pasar.

La naturaleza se ensaña con las comunidades afectadas por el terremoto en Ecuador

Te puede interesar