Entierros e incineraciones exprés, o cómo despedirse en estado de alarma

Entierros e incineraciones exprés, o cómo despedirse en estado de alarma

Elizabeth López

A Coruña, 26 mar (EFE).- El estado de alarma adoptado para frenar la proliferación del coronavirus ha supuesto un gran sacrificio para todos los ciudadanos y un indescriptible sufrimiento para las víctimas y para sus familiares, que se despiden de ellos con premura, sin abrazos ni besos y entre dolor.

El Diario Oficial de Galicia publica hoy el acuerdo por el que se establecen medidas preventivas en el campo de la sanidad mortuoria a consecuencia del coronavirus en la Comunidad, que está causando un incremento en el número de fallecidos, cada vez más diagnosticados con Covid-19, la mayoría personas mayores.

Con el objetivo de evitar la propagación del virus, sobre todo en lugares donde hay gran concentración de personas, que en las actuales circunstancias se circunscriben a hospitales y tanatorios, recientemente se limitó el aforo en los velatorios a un tercio de su capacidad máxima y se redujo el de cortejos fúnebres a un máximo de 25 personas.

No fueron suficientes teniendo en cuenta la deriva de la infección y por eso se ha restringido más el contacto social entre los seres vivos y de estos con sus difuntos.

Además de la posibilidad de expedir la licencia de enterramiento en menos de veinticuatro horas desde el deceso, la Consellería de Sanidad ha dictaminado en este acuerdo la posibilidad de proceder en todo caso "a la inhumación o incineración de todos los cadáveres incluidos en su ámbito de aplicación antes de las veinticuatro horas siguientes al fallecimiento".

Los cadáveres ya no podrán ser embalsamados, independientemente de que llegaran a esa situación por el coronavirus, y solo se permitirá la refrigeración del cuerpo "hasta su conducción a destino final", ya sea el crematorio o el cementerio.

Para el acondicionamiento del cadáver, detalla el acuerdo, se empleará una bolsa sanitaria estanca autorizada, que se deberá pulverizar con desinfectante de uso hospitalario o con una solución con lejía.

Si no se dispone de este tipo de bolsa, se utilizará un doble sudario de plástico que garantice la manipulación y conducción de los cadáveres de manera segura, igualmente desinfectado.

En ambos casos y una vez introducido el cadáver en el féretro, se volverá a desinfectar para evitar la propagación del mortífero virus que ha pillado a la población desprevenida.

Los velatorios también se han visto condicionados por el virus, tanto los de establecimientos públicos como privados o en el domicilio particular, independientemente de si el coronavirus ha sido la causa del fatal desenlace.

Para prevenir más víctimas, no podrán asistir al duelo las personas con síntomas respiratorios de cualquier clase y habrá que lavarse las manos con agua y jabón o con desinfectante antes de acceder al tanatorio y después de firmar en el libro de pésame o de utilizar los baños.

En todo caso, no podrán permanecer más de ocho personas en cada sala de velatorio y éstas deberán estar separadas al menos dos metros, por lo que en algunos casos el aforo será menor debido a las limitaciones del espacio.

También se evitará la manifestación de condolencias a familiares a través de abrazos, besos y apretón de manos, y no habrá misas ni ceremonias civiles fúnebres.

Las comitivas de acompañamiento para la inhumación o despedida de incineración se restringirán a los familiares más próximos y allegados, con un máximo de veinte, separados por la distancia de seguridad de dos metros y sin saludos afectuosos que impliquen contacto, lo que reduce el gesto a un movimiento de cabeza.

Como parte de esa estrictas medidas de higiene y prevención de una frialdad social inimaginable hasta ahora, hasta la cafetería deberá permanecer cerrada.

Este acuerdo entra hoy en vigor y se aplicará mientras perdure la excepcional situación de estado de alarma.

El sentimiento compartido ahora es que ya no puede uno morirse bien, por la premura de la despedida al más allá y el confinamiento más acá, lo que afianza aun más el temor al dicho gallego de no poder ir a San Andrés de Teixido, ni de muerto ni de vivo. EFE

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