No se trata de perdonar el alquiler, sino de invertir en el futuro

No se trata de perdonar el alquiler, sino de invertir en el futuro
Las propietarias de los tres negocios a los que les han condonado el alquiler | D. A.

La cuota de autónomos, la factura de la luz, la tasa del agua, pagos de mercancía... y así un sinfín de gastos que se acumulan en las cuentas de los miles de pequeños comerciantes que desde hace más de un mes han tenido que echar el cierre a sus negocios. Un cuantioso desembolso que en muchos casos se ve incrementado con el alquiler del local en el que desarrollan su actividad y al que han de hacer frente sin apenas ingresos más allá de las ayudas que el Gobierno acaba de empezar a abonar en concepto de “cese de actividad”.

Un complicado presente y, sobre todo, un incierto futuro en el que algunos han visto un atisbo de luz después de que, precisamente, sus arrendadores hayan decidido suspenderles el pago del alquiler. “Cuando la casera me dijo que no me cobraba el mes y que ya veríamos cómo iba la cosa después no podía parar de llorar. Nadie se imagina el alivio que fue”, confiesa Bea Roca, de Con B de Bea, una tienda de moda femenina ubicada en la Estrada de Castela. Ella es una de esas afortunadas que han encontrado en la solidaridad de sus arrendadores esa complicidad necesaria para tratar de salvar sus negocios en un momento delicado, en el que “no sabía bien cómo podía hacer frente a todos los pagos que tenía”.

En Ultramar, Silvia Rey y su marido Vito Pérez, de Crest Surfboards, saben bien lo que es sentir esa angustia por el futuro. Ella regenta la tienda de ropa y material deportivo y él se ocupa del taller de tablas. Desde el día 14 de marzo sus ingresos se reducen a cero euros pues, aunque podrían haberse lanzado al mercado “online”, por responsabilidad han decidido no arriesgar la salud de nadie en la distribución de unos productos “que no son de primera necesidad”. Lo mismo sucede con el taller, que permanece cerrado: “Después, cuando todo esto pase, haremos todas las horas extras que haga falta para arreglar tablas”, pero ahora toca quedarse en casa, aunque ello los ponga en una situación “extremadamente complicada, porque con la crisis ya veníamos de una época difícil”, advierte Silvia Rey.

Pilar Beceiro, la dueña del local en el que desempeñan su actividad, no se lo pensó mucho a la hora de condonar el pago del alquiler porque “a pesar de que a mí el dinero me hace falta, estoy muy contenta con ellos y quería ayudarlos en este momento. Me parece lo más justo”, asegura esta mujer que tiene claro que lo mejor es “pensar a largo plazo. No es fácil encontrar buenos inquilinos y ellos lo son, por eso quiero que continúen”. Sobre lo altruista de su gesto, Pilar Beceiro le resta importancia: “No es nada del otro mundo. Me parece lo mejor que puedo hacer en estos momentos”, sentencia.

En la misma línea se expresa I. (prefiere mantener su anonimato), una de las propietarias del local que ocupa con B de Bea, consciente de que “estando cerrados y sin ingresos supusimos que no le vendría nada bien pagar” y, como “estamos contentos porque siempre fue cumplidora y buena inquilina”, creyeron que era la mejor opción.

Una solidaridad y empatía que Silvia Rey agradece de todos los caseros, confiando en que cunda el ejemplo porque “solo podremos salir de la crisis –porque esto es una cadena– ayudándonos. No es momento para ser egoístas, aunque yo entiendo que la situación de todo el mundo no es la misma”.

Hostelería

Aunque todavía están en el aire, todo parece indicar que los planes para revertir el confinamiento que maneja el Gobierno sitúan el ocio y la hostelería en la última etapa del período de “desescalada”. Se avecinan tiempos difíciles para negocios como A Nogueira, en Canido, pero su propietaria, Fina Mateo, reconoce sentirse un poco más tranquila desde que Fran, el dueño del local donde tiene instalado su café-bar, le propusiese no abonar el alquiler “hasta que volviésemos a trabajar. A mí me da la vida, porque no percibo nada, absolutamente nada”. Es más, le ha asegurado que, hasta que el negocio no vuelva a trabajar a pleno rendimiento, la cuota será menor.

Un gesto que agradece, porque sabe que para él, responsable de una clínica veterinaria en el barrio, tampoco están siendo momentos fáciles. “Si muchos dueños hubiesen hecho lo mismo durante la anterior crisis, no habrían cerrado tantos negocios”, lamenta Fina Mateo, que trata de vencer el pesimismo –"esto es un morir en vida"– e insiste en que "todos somos piezas de una cadena". l

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