La nueva generación de comerciantes chinos

La nueva generación de comerciantes chinos
Alba y Juan ya comienzan a recibir la mercancía para la celebración del próximo Halloween. Un cartel alerta de un producto defectuoso. daniel alexandre

La integración de esta pareja de origen chino en la ciudad es tal que se presentan como Alba y Juan. “Es nuestro nombre traducido”, aclaran ante la expresión de sorpresa de la gente, que ya ni se preocupa en intentar aprenderse sus nombres reales.
Llegaron hace más de una década a España y casi desde el principio empezaron a trabajar en este tipo de negocio, así que no les faltaba experiencia cuando hace más de un año decidieron ponerse por su cuenta. Una gran inversión que contó, a pesar de disponer su país natal de la mayor entidad bancaria del mundo, con un préstamo de sus padres. Algo que es común, según cuenta Alba, entre la comunidad china.
“Poner esto en marcha cuesta mucho dinero, entre el local, los proveedores. Tenemos que trabajar muy duro para devolver el dinero”, explica Alba en un correctísimo español. Es aquí dónde puede saltar el primero de esos resortes que sostienen nuestros tópicos sobre los comercios popularmente conocidos como “chinos”.
¿Permanecen abiertos más de lo permitido? Alba dice que no. “Abrimos como casi todos los comercios, según nuestra licencia. Los festivos y los domingos por la tarde no abrimos”. Reconoce que cuando ella empezó eso era diferente, la legislación no se seguía tan al pie de la letra, pero las nuevas generaciones –como ellos– han sabido adaptarse mejor a la normativa.
Algo que no solo se circunscribe a los horarios, sino también al cumplimiento de otras obligaciones. Ahora mismo, de su puerta de entrada cuelga un cartel advirtiendo a los clientes que hayan comprado el matamosquitos eléctrico de la foto que se les devolverá el dinero si les salió defectuoso. “Cada cierto tiempo viene una inspectora de consumo de la Xunta y revisa los productos. Este es el primero que han retirado en el año y pico que llevamos abierto”, asegura.
Y es que la calidad de los artículos es cada vez mayor. Los distribuidores con los que trabajan, tanto chinos como españoles, se han dado cuenta de que la gente está dispuesta a pagar un poco más por un producto mejor. “Ahora trabajamos muchos productos que se encuentran en otras tiendas. Sobre todo de papelería”, comenta Alba mientras saca del expositor oficial un rotulador Staedtler para dar muestra de ello.
Pero sin duda uno de los mayores cambios que esta nueva generación de comerciantes chinos afincados en España ha realizado se refiere a los empleados contratados.
Sin ir más lejos, Alba y Juan dan trabajo a un joven de la comarca, algo que ya se empieza a ver en otros bazares de este tipo regentados por las nuevas generaciones de chinos, no necesariamente nacidos en España. No como su hijo, que ya es español de pleno derecho “y va a la guardería como cualquier otro niño”, cuenta una sonriente Alba.
Aunque a su llegada al país sí reconocen que tuvieron que enfrentarse a muchos estigmas, las ganas de integración de esta pareja les ha hecho un hueco entre los comerciantes de A Magdalena. “Sigue habiendo alguna injusticia, pero de momento el negocio va bien”, dice.

La nueva generación de comerciantes chinos

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