Lápices, jabones, bacalao o hielo: las fábricas perdidas del barrio de Ferrol Vello

Lápices, jabones, bacalao o hielo: las fábricas perdidas del barrio de Ferrol Vello
1. Jabones Beceiro 2./ La Pysbe se situaba en la zona portuaria 3./ La fabrica de hielo se eliminó de su ubicación con una voladura | C.R

Si la venta de productos de escritorio iba viento en popa, elaborar ese material sería un negocio todavía mayor. Así debió pensar el ferrolano Alberto Fernández Martín cuando puso en marcha la Fábrica de Lápices Hispania, todo un icono del barrio de Ferrol Vello, pese a lo que nada se consiguió por evitar que fuese derrumbado en el año 2012.

Esta fábrica, madre de los lápices Johan Sindel con el logotipo de las dos figuras dándose la mano, es hoy solo un recuerdo de un pasado industrial del barrio portuario, del mismo modo que lo son otras empresas ya desaparecidas como la fábrica de hielo, la Pysbe o la fábrica de jabones Pucho-Beceiro.

Un recorrido por este patrimonio industrial “invisible” fue una de las propuestas que el Concello puso en marcha el pasado diciembre y que permitió descubrir para muchos y traer a la memoria para otros esas fábricas, que fueron reconocidas, en muchos casos, como las más importantes de España en su ramo, y de las que hoy no queda apenas nada.

La Fábrica de Lápices Hispania nace con Alberto Fernández como gerente, convenciendo a empresarios para actuar como socios capitalistas y con el alemán Johan Sindel como alma de un taller que llegará a producir 180.000 lápices diarios y a contar con unos 400 trabajadores. Nace en unas naves del puerto en el año 1934 y con el reconocimiento de la empresa se traslada a la parcela que ocupó antes de su derribo, en un edificio construido por el arquitecto municipal Nemesio López. Lápices, plumillas, peines de caucho y hasta armónicas salieron de esta fábrica para toda España, dada la calidad de la madera de cedro americano.

Las cajas de los lápices –fueron muy famosos los de dos colores– eran ensambladas por las Oblatas, también en Ferrol Vello.

La globalización, con la llegada de material más económico desde otros países, fue algo con lo que Hispania no pudo luchar y en 1966 se firmó un acuerdo para su cierre, acordando que lo haría cuando el último empleado se jubilase, lo que sucedió unos 15 años más tarde. El derribo no llegó con su cierre sino en 2012 pese a la oposición vecinal y de entidades sociales y culturales que planteaban nuevos usos para este edificio emblemático de Ferrol. Pero no hubo voluntad de quienes podían salvarla y se perdió todo un símbolo.

Entre las naves de Pérez Torres y las grúas se puede divisar desde el baluarte el espacio que ocupaba en su día otra fábrica puntera del barrio portuario, la famosa Pysbe –Pesquerías y Secaderos de Bacalao de España–.

Nace en Ferrol en los años 40, como segunda factoría de una empresa guipuzcoana y con seis naves alcanza su máximo apogeo en los años sesenta, con unos 700 empleados entre las distintas factorías además de los dedicados a la pesca del bacalao en Terranova. Un trabajo muy duro que comenzaba en marzo con la partida de los barcos y la llegada a principios de verano a la zona de pesca. El pescado se limpiaba y salaba en el barco –el aceite se guardaba en barriles– y en septiembre, de vuelta, comenzaba el trabajo en la fábrica de Ferrol Vello.

Tenía su propia fábrica de redes y las empleadas–mayoritariamente mujeres– cobraban su salario en metálico y en especie. El consumo de bacalao desciende con la llegada de los primeros barcos frigoríficos, en los años sesenta, lo que facilitaba la llegada de otro pescado y su conservación sin ser el salazón.

En el espigón del puerto donde hoy lucen las grandes letras de Ferrol podría imaginarse otra fábrica que puso a Ferrol Vello en el mapa industrial de la época, la Fábrica de Hielo, que voló por los aires en 1983, para lo que se emplearon 25 kilos de Goma 2.

La fabrica de hielo ferrolana ve la luz en el año 1943 con Roberto Nores como gerente. Como curiosidad, en el año 47 se sacan a la venta 2.000 acciones de suscripción pública, al precio de 1.000 pesetas–. La fábrica elaboraba bloques de hielo que eran distribuidos mayoritariamente a los barcos y a la plaza de abastos, que la distribuía para negocios y viviendas.

De la que todavía se conserva el edificio, en la calle Espartero, es de otra fábrica muy querida en el barrio, Jabones Beceiro-Pucho.

Manuel Beceiro, natural de Moeche y emigrado a Cuba, está detrás de esta iniciativa que nació en la calle Lugo y se trasladó, debido a su crecimiento, a la calle Espartero.

En Cuba trabajó en la fábrica de los catalanes Crusellas y en ella aprendió todo lo que le permitió poner en marcha la elaboración no solo de jabones, sino de otros productos de belleza, colonias y hasta lociones para la caída de cabello.

Los anuncios de este jabón podían verse en periódicos nacionales y el lema “Jabón Beceiro, rinde más lava mejor” todavía se conserva en bonitos carteles de la época.

Beceiro recibió la medalla al trabajo, fue presidente del Racing, sufragó la fiestas de la Parrocheira durante años y organizaba comidas para los necesitados en las naves de Pysbe. Todo un filántropo muy querido en el barrio

Con su muerte, en el año 67, comenzó la decadencia de la empresa y su desaparición.

Lápices, jabones, bacalao o hielo: las fábricas perdidas del barrio de Ferrol Vello

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