Carlos Macías es de esas personas que tienen que ocupar su tiempo con algo y tras jubilarse como trabajador de Bazán, donde ejerció, entre otros, como calderero, apostó por dar una segunda vida a materiales que suelen acabar en la basura y diseñar pequeños pedacitos de la ciudad, aquellos que le venían al recuerdo en sus años destinado en las Islas Canarias. “Creo que el hecho de haber pasado años fuera de mi tierra me ha hecho valorar lo que tenemos aquí”. Esa distancia, esa morriña se ha convertido en un homenaje a esos edificios emblemáticos de la ciudad que lo vio nacer. Sus piezas permiten volver a ver, y en su máximo esplendor a muchos edificios que hoy están en un avanzado estado de abandono y decadencia.
Siete años lleva Macías dando forma a estas hermosas figuras, más de un centenar ya, que bien podrían catalogarse como la expresión del modernismo más ferrolano. Todo lo que construye este vecino de la ciudad naval, salvo encargos, lo hace con material reciclado, de ahí que sus piezas tengan todavía más valor. Fachadas, barcos y faros centran su actividad creativa, aunque no se cierra a nada a la hora de ponerse con una de sus construcciones, que realiza de forma minuciosa en su reducido espacio de trabajo. “Me muevo en un pequeño hueco de mi casa de 1,5 metros cuadrados”, asegura. Palillos, cajas de frutas... De hecho, lamenta que este material tienen cada vez menos calidad y que las figuras son menos duraderas, por eso busca alternativas. “Cuando dedicas 200 o 300 horas a hacer una de las maquetas y después lo que falla es el material que has empleado, es un problema grande”, dice. Utiliza madera de chapado de cinco, ocho y diez milímetros y todo lo que caiga en sus manos o las de su mujer y su hija, que son sus grandes cómplices en todo el proceso creativo. “La pasada Navidad, con los regalitos que llegaron a casa he podido hacer acopio de buen material para seguir trabajando”, apunta. Y es que todo lo que cae en sus manos es susceptible de transformarse en una de esas obras de arte, como tapones, cartón, papel, etc. No obstante, asegura que no acumula mucho, según tiene va haciendo. “No se puede acumular que no hay espacio en casa”, asegura.
Macías afirma que el proceso para crear su Ferrol liliputiense es muy sencillo. “Lo primero que localizo es una foto de algo que me gusta o interesa, también visito el edificio si es posible, pero me guío por las imágenes que encuentro y después voy haciendo, pruebo primero con una cartulina, caja de galletas, recorto y diseño, una vez maquinado empieza a fabricar las piezas, las corto y ensamblo”. Lo para que él es un proceso sencillo, entraña gran dificultad y precisión, tanto que hasta las herramientas que emplea para hacer sus obras de arte las elaboró él mismo.
En la actualidad está acabando la esquina de Casa Romero de Ucha, en la calle de la Iglesia, pero por sus manos han pasado ya casi todos los teatros ferrolanos –se está planteando continuar la serie homenaje al séptimo arte con la realización del Cine Azul y los Galicia–, pudiendo disfrutar de nuevo de espacios hoy en total abandono como el Cine Renacimiento (Rena), el Avenida, el Callao, Cinema y hasta el Jofre.
El minucioso y detallista trabajo de Macías puede seguirse en su perfil de Facebook, “Las maquetas de Carlos”, donde muestra sus nuevas creaciones, trabajando en ocasiones en varias a la vez, para no caer en la monotonía, como él mismo apunta. Réplicas realistas de edificios tan emblemáticos como la Fábrica de Lápices, el edificio de Correos, el Casino Ferrolano, Ideal Room, la campana del Arsenal, el palco del Cantón de Molíns, la Casa Patín, el desaparecido depósito de agua de Canido, pero también otros espacios que vienen a su memoria tanto de la comarca como de fuera como San Andrés de Teixido, diferentes faros como la mítica Torre de Hércules, faro de Meirás, etc. Macías también es un gran amante de los barcos, los únicos que no son réplicas y diseña de forma libre, a excepción de la lancha de Mugardos. En definitiva, todo lo que imagina este artista de la maquetas se hace realidad con sus virtuosas manos y tras horas de un trabajo minucioso que no deja indiferente a nadie.