“No puedo explicar lo que siento cuando salgo al tapiz”

“No puedo explicar lo que siento cuando salgo al tapiz”

Poseer unas cualidades innatas es imprescindible para destacar en cualquier orden de la vida pero, al final, lo que acaba marcando diferencias es el trabajo. El sacrificio. La capacidad para apostar por algo hasta sus últimas consecuencias y poner todos los medios para alcanzarlo. Esa determinación es la que ha llevado a Carla Vilasánchez (Ares, 2004) a convertirse en una de las gimnastas gallegas más prometedoras. 
Formada en el Esquío Ferrol, desde el pasado mes de enero, la joven gimnasta trabaja en el seno del club Ritmo, de León, uno de los más prestigiosos del panorama nacional. Una apuesta decidida por la gimnasia rítmica que le ha trastocado totalmente la vida. De lunes a jueves lleva una rutina similar a la de cualquier niña de su edad. Cursa sus estudios de primero de la ESO en el CPI As Mirandas de Ares, disfruta de sus amigas, practica gimnasia rítmica y está arropada por una familia que la apoya al cien por cien en su pasión deportiva. 
Pero cada jueves, durante los últimos cinco meses, Carla Vilasánchez se traslada a León para, de viernes a domingo, ponerse a las órdenes de algunas de las mejores entrenadoras nacionales. Ocho horas semanales encaminadas a mejorar su formación y progresar en una disciplina tan selectiva como exigente. 
A su regreso, toca ponerse al día en tareas escolares, exámenes, amigas... ¿Mucho sacrificio? Quizás, pero cuando uno lo hace con gusto las cosas resultan más llevaderas. 
Con su perenne sonrisa, su cuerpo menudo se desliza sobre el tapiz. Aunque es domingo, está en Ferrol con permiso del Ritmo para participar en el festival de fin de curso de “su” Esquío. Su agenda está muy apretada, los tiempos medidos. “Es duro, pero como me gusta...”, advierte a la hora de valorar esa rutina en la que se ha instalado en los últimos meses. Ser una buena estudiante le facilita las cosas, aunque reconoce que “me cuesta más que antes y a veces me agobio. Pero si te organizas es más fácil”. Sus compañeros de clase y sus profesores también le facilitan las cosas. La ayudan con los deberes, le cambian algún examen... pero el trabajo está ahí y hay que hacerlo para seguir manteniendo el buen nivel académico como hasta ahora. 

Madurez
Carla lo asume con madurez, con la misma que asume también estar lejos de casa tres días por semana. “Al principio mis padres estaban preocupados, porque no conocían a la familia con la que iba a vivir, pero ahora están más tranquilos, porque son muy amables conmigo, es como si tuviese unos segundos padres y hermanas”, explica la joven gimnasta, que por el momento vive los fines de semana alojada en casa de una familia vinculada al propio Ritmo. 
Cambiar de club, de ciudad, de amigas no ha sido un camino de rosas –“A veces me da rabia perderme los cumpleaños, no salir con los amigos... pero cuando te acostumbras haces nuevas amigas y te das cuenta de que no vas a perder a los de aquí”, asegura–, pero el sacrificio ha merecido la pena y la mejoría es evidente. Solo el fin de semana entrena una media de ocho horas al día y eso requiere de “más resistencia, más fuerza física... A veces estoy muy cansada, pero siempre pienso en positivo. Me digo ‘yo puedo’ y sigo adelante. Es algo que siempre nos decía Irina Boudarina –su entrenadora en el Esquío– y a mí me ayuda mucho”. 
Y es que la gimnasia rítmica, en general cualquier deporte, es una pasión, pero también una forma de vida. Una fuente de experiencias que ella sabe que le está ayudando a forjar su carácter, “mi forma de ser, mi persona”; que también la ha hecho madurar y afrontar con responsabilidad esta nueva etapa pero que, sobre todo, la hace feliz: “Yo disfruto la gimnasia rítmica al máximo. Me gusta entrenar, competir... Es lo que más disfruto del mundo. Cuando salgo al tapiz es algo que no puedo explicar. Hay risas, hay lloros, pero sobre todo una gran emoción”
Una emoción y, especialmente, un orgullo compartido desde el Esquío, pues aumenta su prestigio a nivel nacional, además de suponer un ejemplo para sus alumnas. 

“No puedo explicar lo que siento cuando salgo al tapiz”

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