Que los votantes de tu propio partido te monten una manifestación en tu contra puede servir para que te des cuenta de lo mal que has hecho las cosas. Sin embargo, ni eso parece afectar a Pablo Casado, que pretende dar carpetazo a la crisis que él mismo fraguó en los despachos de Génova con la reunión de su comité de dirección. Él sabe que no es suficiente y, sin lugar a dudas, tendrá que hacer caso a la exigencia de los barones, que exigen un encuentro de la junta directiva nacional. El problema es que, ahora mismo, Casado y García Egea solo pretenden evitar lo que todo el partido está pidiendo y que no es otra cosa que que dé un paso al lado y que ceda la planta noble de Génova a Feijóo. Porque el presidente gallego es el elegido por muchos sectores del partido, que consideran que, ahora mismo, es el único capaz de calmar las aguas tras el maremoto montado por la dirección y Ayuso. Otra cosa muy diferente es que Feijóo esté a estas alturas dispuesto a atender a ese llamamiento. Eso lo saben, por ahora, él y muy pocos allegados, que ven como el tren a Madrid, vuelve a parar cerca de San Caetano.