EXISTE la certeza de que la costumbre de visitar los cementerios en la víspera de Difuntos pierde fuelle con cada año que pasa. No es de extrañar. Las costumbres se adaptan a los tiempos. Lo que antes era una necesidad en cada domicilio –pagar puntualmente el “Ocaso”— hoy es una cuestión menor. La incineración va dejando relegados los entierros. Somos más de cremación. Aún así, la afluencia a los camposantos suele plantearle un buen problema a los Ayuntamientos. Todo ese factor demoscópico digno de estudio vuela cuando el tiempo invita a cualquier cosa menos a ir al cementerio.