era seguramente una de las últimas figuras carismáticas de su época. Aquella en la que parecía que el mundo avanzaba sin posibilidad de retroceso hacia algo mejor. Con dudas, con esfuerzo, lentamente; pero intentando dejar atrás muros, represiones y purgas. Murió Gorbachov. Lo hizo en pleno intento expansionista ruso, causa de más muertes, dolor y guerra. Quién lo diría en pleno siglo XXI. Al menos quién lo diría con aquella mentalidad de entonces. Su figura, de relevancia histórica, es quizás más querida ahora en Occidente que entre el inflamado imperialismo del Kremlin. Su muerte pone el punto y final al personaje, al que ya se puede juzgar en su totalidad. El tiempo dirá lo mismo de Putin. Y la cosa no le va pintando bien.