El rey de la tierra batida ya tiene heredero. Uno al que el público de París se rindió sin condiciones, ya dispuesto a cambiar el “Vamos, Rafa” por un “Viva Murcia” y hacer que a Carlitos le asome una sonrisa. Tampoco es difícil. Alcaraz es alegría y espectáculo y así lo traslada al juego. Sus genialidades levantan a los aficionados de los asientos e incluso se permite disfrutar bajo la presión de lograr su primer Roland Garros. Porque así entiende el tenis. Ahora también sabe lo que es la épica. Como lo sabía Nadal. Gracias a eso, ha levantado su primera Copa de los Mosqueteros en la Philippe Chatrier. No será la última. Seguro.