Lo del lenguaje inclusivo es ya imparable. Aunque la resistencia se mantenga firme en aquello de negarse a fórmulas como vecinos y vecinas –y en los últimos tiempos vecines– que en su día fueron una ocurrencia política que, ingenuos de nosotros, creímos que no iba a enraizar. También había quien hablaba de ‘miembras’... La cuestión es que la lengua está viva, evoluciona e involuciona con la sociedad y ahora toca desterrar de nuestro vocabulario palabras tan habituales como ‘padre’ y ‘madre’ para hablar de ‘progenitor’ y sustituir ‘mujer’ y ‘hombre’ por ‘persona’. Va a ser curioso escucharnos hablar como si estuviésemos recitando un texto jurídico. Y lo de la concreción ya lo vamos olvidando también. Lo van a tener complicado los responsables de elaborar estadísticas: tendrán que referirse a personas registradas con género masculino y personas registradas con género femenino o algo por el estilo. No hay casilla de encuesta en la que quepa.