MONCHO Reboiras murió de tres disparos hizo ayer 48 años. Los proyectiles que lo mataron salieron de armas de la Policía Nacional (entonces, aún Policía Armada). El suceso sirvió para asentar cierto sentimiento nacionalista en una Galicia que veía como la llama del dictador se iba apagando demasiado lentamente. Hace apenas unas semanas, un tribunal archivó la querella promovida por sus familiares. Sin entrar en disquisiciones, y sin juzgar hoy aquella actividad de la UPG —no tiene sentido— es cierto que conviene recordar, porque un pueblo que olvida sus errores está condenado a repetirlos.