a la finca de Pé de Redondo, en Meis, uno llega porque sabe dónde está. O porque le han pasado las coordenadas GPS. Ayer, sin embargo, no fue otra mañana más de ambiente normalmente tranquilo en esta gran parcela experimental que posee Martín Códax. Primero, costó aparcar. Eso ya casi daba para un titular. También la inusual presencia policial. Avanzados unos metros más de camino, se resolvía la incógnita. Dos pancartas y huelguistas del Consorcio Galego de Igualdade e Benestar recibieron al coche oficial del presidente de la Xunta, de visita a las labores de vendimia. El jaleo del megáfono, aunque distante, acompañó todo el acto, lo que se dice un maridaje de cargos públicos, periodistas, jornaleros y sindicalistas.