con la burbuja del alquiler cada día más inflada, algunos propietarios están aprovechando para arrendar sus viviendas en forma de pisos compartidos, lo que les permite subir los precios cada seis o nueve meses con contratos y prácticas que bordean la ley. A diferencia de los contratos de vivienda habitual, en los que los inquilinos están protegidos por la Ley de Arrendamientos Urbanos, el alquiler de habitaciones se sigue rigiendo por el Código Civil y los acuerdos dependen de la voluntad de las partes. Son contratos de seis o nueve meses y, transcurrido ese tiempo, los propietarios pueden subir los precios la cantidad que quieran. Cada vez que el Gobierno se mete a legislar en algo, acaba subiendo todo. Cuando no había ayudas al alquiler, los arrendamientos eran más baratos y los dueños disponían de unos ingresos libres de impuestos, en muchos casos, para sus necesidades. Ahora solo hay habitaciones pirata y pisos multiusuarios.