Complicada combinación la de vivir fuera del casco urbano y hacer vida en él. O simplemente, intentar hacer un recado. Porque lo que debería ser actividad cotidiana se convierte en odisea. El que espera en una marquesina desespera. Con motivo. Hay quien se entretiene intentando adivinar cuándo aparecerá el autobús que le lleve a su destino. El más allá del puente de A Pasaxe es otro mundo. Uno prácticamente incomunicado.