La Festa da Auga pone a Vilagarcía en el mapa a mediados de agosto. La pandemia se llevó por delante dos ediciones. Por eso, había ganas de retomarla. Pero claro, una fiesta de tirar agua en plena preocupación por la sequía y con restricciones ya al riego y al baldeo era cuando menos una cuestión delicada de abordar. El gobierno local decidió optar por el término medio: Habría fiesta, pero sin mangueras. Una “volta á orixe” para que fueran los vecinos los que tirasen cubos o usasen pistolas de agua. Una fórmula que no aplacó a los críticos. Al final llovió. Y la afluencia fue menor. Todo ello ayudó a calmar los ánimos. Al menos por ahora. Las lluvias se marchan sin haber regenerado demasiado las reservas. De nuevo, toca mirar arriba.