Tirar por la calle de en medio

España siempre ha sido un país donde ha prevalecido el amor por los demás y sobre todo por el fútbol. Aseguraría incluso que si no existiese este deporte habría que inventarlo. Es nuestra medicina semanal de la que no podemos evadirnos.
También es cierto que nos gusta escucharnos, darnos abrazos, dar un beso, dos, tres e incluso cuatro. Nos gustan más los abrazos que a un niño un caramelo. Nos gustan los achuchones. Los gestos que hablan de solidaridad. Las situaciones límite. La gente te abraza y se le detiene el reloj. Sensaciones que significan nuestro santo y seña. Lo llevamos en nuestro ADN y el que no lo quiera ver es que está ciego. Sin embargo, el fútbol rompe con todas estas virtudes y este tipo de surrealismo porque en temas deportivos, pocos, muy pocos, sabemos respetarnos porque damos la sensación de que discrepamos de todo y con todo. No sabemos aceptarnos como somos y mucho menos aceptamos al Deportivo de los últimos tiempos. Pero es una realidad que este Dépor sigue en off. Le falta orgullo y necesita de cuidados intensivos.
Cuando la Liga vuelve tras el descanso navideño, el Consejo de Administración del Dépor sorprende abriéndole la puerta de salida a Richard Barral, director deportivo del club desde 2014, recordando que antes había dejado su cargo Fernando Vidal. A Richard Barral no le han dado abrazos ni besos ni achuchones acusándole de gestionar mal su mandato.
Alguien tiene que pagar los platos rotos del desaguisado liguero en el que está hundido el equipo. Lo que sí dudo es si Barral es el culpable de tanta humillación y tampoco seré yo quien juzgue si su gestión ha sido la adecuada. Su labor no es fácil y siempre digo que nadie suele tirar piedras contra su propio tejado. Sus sueños y proyectos se han esfumado por decreto. Su vanidad y orgullo fueron fulminados por la actualidad y observa con amargura que ya no tiene fuerzas para seguir batallando. Lo que sí aprecio es lo suspicaz que es el “presi” tomando decisiones drásticas. Sobran ejemplos. No me parece el mejor momento y menos cuando el equipo vive en el abismo y no se avistan soluciones inmediatas. Cuando todo va mal. Cuando todo es susceptible de empeorar. Cuando todo se paraliza y el futuro se considera insufrible. No hay más remedio. Urgen soluciones para restituir la situación. Y estas pueden estar en el club, en la cantera e incluso en los hombres que están destinados a otras competencias vitales en la marcha del club. Y lo saben.

Tirar por la calle de en medio

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